Este programa, a través de diversas estrategias, le ayuda a los vinculados para que puedan reconectarse con algunas actividades campesinas, terminar sus estudios y conseguir trabajo.
“Cuando veo una semilla germinar siento que mis manos no son solo destrucción, sino que también pueden crear algo”, así describe Diana Marcela los efectos que la Granja ‘Crea Oportunidades’ ha tenido en su proceso de rehabilitación como ex habitante de calle.
Diana es oriunda de Quibdó, Chocó, y dice que, aunque llegó a Pereira hace varios años buscando nuevas oportunidades para su proyecto de vida, el consumo de drogas provocó que su planes tomaran otro rumbo: “Mi familia siempre me apoyó, pero teniendo que soportar tantas recaídas, cualquiera se cansa”, explica la mujer de 35 años, quien ya cumple diez meses de estar vinculada al Programa de Albergues para Habitantes de Calle dirigidos por Ciudad Futuro, la asociación que ofrece un espacio rural para que habitantes de calle de Pereira se involucren con actividades agrícolas.
Sin embargo, antes de poder hacer parte de la granja, las personas deben atravesar algunas ‘etapas clasificatorias’. Es decir, durante los primeros meses deben instalarse en un albergue ubicado en el casco urbano donde se les hace el restablecimiento de derechos, acompañamiento psicosocial, reducción del consumo y recuperación de su red de apoyo. Esas etapas funcionan, según explican los vinculados, como una ‘fases de contención’ para estabilizarlos psicológicamente y que puedan afrontar el proceso venidero con mayor fortaleza.
Los albergues transitorios de las ‘primeras etapas’ comenzaron en 2020, durante la pandemia. En ese entonces, la caracterización de la población de habitantes de calle registró un total de 686 personas. Dicha cifra ubicó a la capital risaraldense con la segunda tasa más alta con este fenómeno en Colombia después de Cali. Allí, por cada 100 mil habitantes, hay 16 habitantes de calle, según explica Diego Gómez, director de la Asociación.
Ante ese panorama, la alcaldía de Pereira decidió desarrollar un proyecto para fomentar espacios formativos, productivos y de acompañamiento psicológico hacia esta población a través de la Secretaría de Desarrollo Social y Político. “A pesar de las cifras, no hay que abordar este tema como si fuese una problemática, sino como un fenómeno social”, agrega el director.
También añade que una de las intenciones del programa, además de ayudar a transformar la percepción de vida que tiene este grupo poblacional de sí mismo, es crear una identidad de ciudad; lograr reconectar a los pereiranos con las actividades campesinas a partir del ejemplo de las 110 personas que hacen parte del Programa de Albergues para Habitantes de Calle pues, para él, la ciudad ha perdido su vocación agrícola.
La granja está ubicada en el corregimiento de Combia. Diana dice que, una vez en este lugar, las personas encuentran mayor privacidad y conexión con sus habilidades y talentos. El grupo cuenta con huertas orgánicas, un galpón de pollos, una platanera y varios cultivos ají, fruta que pulverizan y transforman para luego comercializarlas. También reciben educación formal con apoyo del Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA), y está abierta la posibilidad para que quienes no han terminado el colegio, lo hagan.
Según Diego Gómez, la analogía principal que quieren transmitir a través de este programa es que sembrar es sanar: “Acá, si nosotros cuidamos nuestra salud mental y buenos hábitos, cosechamos buenas decisiones”, explica. Según él, la granja ha permitido que el grupo entienda la importancia de consumir alimentos saludables con alto valor nutricional; ha servido como una herramienta didáctica para mejorar sus hábitos alimenticios.
Otro de los casos de éxito de beneficiarios del programa es Jhon Jairo Rodas, un artista plástico de 50 años oriundo de Medellín. Antes de ser habitante de calle, Rodas era docente y artista. Su talento llegó a darle tantos frutos que, incluso, podía vivir de los ingresos que le generaban sus esculturas y pinturas.
Jhon duró 25 años como consumidor, y vivió en la calle durante doce de ellos. “Yo soy una persona profesional en artes plásticas. Llegó un momento en el que me sentía cansado de la calle y de las drogas. Por fortuna alguien me contó del programa de Granja para Habitante de Calle y me vinculé en mayo de 2021”, dice.
Iván Rendón, quien dirige la granja, explica que más del 95% de habitantes de calle registrados consumen sustancias psicoactivas, y que el 90% de quienes consumen presentan una adicción a una sustancia de alto impacto, es decir, heroína, cocaína, bazuco, metanfetaminas o pegante. Para ellos, los trabajos de seguimiento al consumo son uno de los más fuertes, pues, al final, garantizan el éxito de cada caso.
Una vez superada su adicción durante las primeras etapas, Jhon comenzó a enfocarse en el desarrollo de sus proyectos artísticos y agroecológicos. En la Granja sembraba girasoles, maíz y ají. “El trabajo en la tierra es muy similar al proceso de nosotros, porque de la misma manera que cuando uno siembra y ve los frutos, así va viendo los resultados a medida que avanza en el proceso”, explica Rodas, quien ahora trabaja dictando talleres de artes plásticas a adultos mayores en Dos Quebradas y en un CAD de la Florida.
Para Iván Rendón, además de valorar los impactos que este espacio rural les ha traído a nivel terapéutico, también vale la pena apreciar el hecho de que los habitantes de calle tengan una oportunidad para resignificar su relación con esa ciudad que muchas veces los estigmatizó y marginalizó. Diana, por ejemplo, ahora trabaja con la alcaldía en actividades de arborización de parques.
Ella, al igual que Jhon Rodas, no dudan en invitar a quienes se encuentran en esta situación a buscar ayuda a través de fundaciones que ofrezcan programas enfocados en potenciar habilidades y convertirlos en sujetos productivos. “Yo creo que la mejor decisión de cualquier persona que está en la calle es resignificar su vida”, aconseja Jhon pues él, a sus 50 años, puede dar fe que nunca es tarde para plantar o ver germinar una semilla.