Una tienda de ropa usada en Bogotá ayuda a las prendas viejas a 'salir del clóset' y a mujeres y comunidades diversas con recursos para sacar adelante sus proyectos.
Salir del clóset es una red de mujeres que comparte energía y experiencias de vida a través de la ropa. Así la describe su creadora, Ana López Arbeláez, una estudiante de Medicina que, en medio de la pandemia, notó toda la ropa en buen estado que ella, su mamá y su hermana guardaban sin mucho uso en sus clósets.
“En ese momento yo había empezado a comprar ropa usada por Instagram”, cuenta, “y al abrir mi clóset me di cuenta de que mis prendas favoritas eran ropa que alguien más no quiso en algún momento”.
A Ana le pareció emocionante pensar que algo de la ropa que tenía pudiera volverse la cosa preferida de alguien más. Entonces, en junio de 2020, comenzó vendiendo su vestuario y el de su familia por esta misma red social, hasta que la demanda creció y terminó por vender la ropa usada de todas sus amigas.
Ahí fue cuando se convirtió en community manager, empacadora, fotógrafa de moda y compradora de prendas de segunda mano. Actualmente, tiene otras tres colaboradoras con quienes repara, lava, fotografía y vende el inventario de Salir del Clóset.
Segundas oportunidades
Para Ana, tener esta thirft shop es enviarles a las personas que desean ser representadas el mensaje de que merecen una segunda oportunidad, al igual que la ropa de segunda mano. “Yo quería salir del clóset y quería hacerlo apoyando el propósito de las fundaciones que ayudan a personas con experiencias de vida diversa, sobre todo, personas trans”, cuenta.
Aunque Ana también pertenece a la comunidad LGBTI, reconoce que su situación ha sido privilegiada y existen personas con identidades de género diversas que no tienen acceso integral a los servicios de salud, no reciben acompañamiento psicológico con enfoque de género ni de diversidad sexual, no hay suficientes políticas en instituciones educativas para su inclusión y no discriminación.
“Mientras eso sea así, es muy importante que haya organizaciones que les brinden un espacio seguro, ofrezcan asesoría psicológica personalizada y gratuita, y les den las herramientas para desenvolverse en un mundo que todavía es difícil”, declara Ana, pues a pesar de que es estudiante de Medicina, cree que puede aportar más financiando iniciativas a través de su tienda que yendo “a conseguir la inclusión en las IPS”.
Es por esto que las diferentes fundaciones de mujeres en situación de vulnerabilidad y personas LGBTI con las que trabaja Ana pueden recibir el 100% de las ganancias de las prendas, obtener otros productos para sacar adelante sus proyectos o vender las mismas donaciones que reciben a través de la cuenta de Salir del Clóset.
Por ejemplo, la thrift shop aportó los panes en una de las ollas comunitarias que alimentan a trabajadoras sexuales en Bogotá organizada por la Fundación Dos Latinas Colombia. Pero en otra ocasión, sirvió de plataforma para que la fundación Dejamos Huella, del barrio Santa Fe, pudiera vender de manera exitosa una de las donaciones de ropa que reciben usualmente.
“Las usuarias nos donan su ropa y nosotras donamos nuestro trabajo”, explica Ana. “No tendría sentido si donáramos la ropa de segunda a fundaciones que reciben tanta ropa usada que no tienen dónde meterla”.
Aunque Salir del Clóset es cercano a fundaciones como la Red Comunitaria Trans y otras tiendas de segunda como Victus y Transforma, que tienen enfoque LGBTI , los primeros dueños de las prendas pueden escoger una causa con la que se sientan identificados y dirigirles esas ganancias. “Nosotras somos un medio para visibilizar las causas y conseguir los recursos a través de las segundas oportunidades”, declara.
Moda circular
Que es ropa ‘de muerto’, que trae malas energías, que la ropa vieja no vale nada. Estos son los mitos que Ana busca derribar sobre el comercio de la ropa de segunda mano, y lo demuestra con las más de 2.300 prendas vendidas en los últimos dos años.
“La ropa siempre circula, está en perfecto estado a un precio cada vez más asequible y no termina desechada”, cuenta Ana, quien no vende una prenda si no está debidamente reparada y lavada. “Existen tiendas de segunda que venden si falta un botón. Sigue siendo ropa útil, pero nuestra idea es que personas que nunca han comprado ropa usada empiecen a hacerlo”.
Ana usa tres modalidades de gestión de su inventario: compra directa, consignación y donaciones; y para fijar el precio, verifica el valor original de la ropa en las tiendas de la marca, el número de veces que se usó, qué tan de moda puede estar en ese momento y cuál es la talla. En todos los casos, los productos nunca superan el 30 % de su precio inicial.
Para hacer más fácil el proceso de compra de sus usuarias, siempre busca ropa ‘trendy’, es decir, que se parezca mucho a lo que se usa en ese momento. Y son ellas mismas quienes le ayudan a mantenerse así: generalmente, las personas escriben para vender no una sola prenda, sino que sacan varias que no usan hace tiempo.
Ana asegura que la recuperación de la inversión es significativa y que casi siempre que recibe un pedido en consignación o hace una compra, sus usuarias terminan enviándole más prendas de lo acordado. «Salir del Clóset me ayudó a salir del clóset, ver que la gente estaba abierta a recibir una propuesta nueva»; puntualiza.
Hoy, cuenta con clientas que, en una gran proporción, son señoras que nunca en su vida habían comprado ropa usada, que pueden ir a tiendas reconocidas a comprar todo su clóset, pero deciden probar usar ropa de segunda. «Son abiertas a conversar, a esta nueva oportunidad y eso me abrió mucho el mundo, me dio muchísima libertad», finaliza.