Rafael Ramos fundó en 2009 la Escuela Taller Tambores de Cabildo, en un corregimiento al norte de Cartagena. Actualmente, cuenta con cerca de 100 estudiantes que reciben formación musical de forma gratuita.
En 2019, Rafael Ramos llegó al corregimiento de La Boquilla, en el norte de su natal Cartagena (Bolívar), con una intención: crear una escuela para rescatar los sonidos tradicionales del Caribe. Luego de 13 años, la Escuela Taller Tambores de Cabildo se ha convertido en un proceso que él define como “un ejercicio de resistencia cultural por la permanencia en el territorio”.
En la actualidad, la escuela cuenta con unos 100 estudiantes, “y en toda nuestra historia han pasado casi 200 ‘pelaitos’”. En ella, niños, niñas y adolescentes reciben, de manera gratuita, formación musical. Aprenden bullerengue, cumbia y mapalé, pero también sobre otros ritmos más recientes como la champeta.
Sin embargo, y por las dinámicas propias de este territorio, es un proceso que va más allá del arte. La escuela, dice Rafael, “dialoga con varias situaciones que hay en la comunidad para lograr que haya un liderazgo en ellos (los estudiantes), que permita transformar esas problemáticas”.
Resistencia desde los tambores
“Cuando la escuela inició, mi intención, era el fortalecimiento de las tradiciones ancestrales propias de la comunidad”, recuerda Rafael, quien se formó como músico en Bogotá y, antes de ser el director de esta, fue mánager, productor y músico de la agrupación que acompaña a Totó La Momposina.
“Después me cansé de todo eso. Me retiré de los escenarios, de hacer giras, de manejar artistas”, recuerda: “Regresé a mi ciudad y empecé a trabajar con los niños, porque ahí había un aporte grande para las vidas de estas comunidades. Con la música trabajamos para el desarrollo humano, la música transforma desde los contextos sociales, económicos y culturales”.
Y la elección de La Boquilla como su nuevo escenario no fue al azar. Además de la viva influencia de la cultura africana (que llegó al país desde la conquista y la colonia), es un lugar donde, a su juicio, es necesaria la resistencia. “Es una comunidad que está en una zona rural amenazada por la gentrificación, que quiere apropiarse de ese territorio para que se construyan hoteles, edificios, apartamentos”, dice Rafael.
Al llegar allí también se encontraron con otras situaciones. Había, por ejemplo, “un alto porcentaje de embarazos de adolescentes, niveles bajos de educación y de atención en salud y problemas en el manejo ordenado del territorio”.
Y, además, se estaban perdiendo las tradiciones nacidas de la pesca. La Boquilla se formó cuando habitantes de distintas partes de Cartagena, así como de zonas alejadas de la ciudad, llegaban hasta esa playa para sus faenas de pesca. “Por eso construyeron sus casas allí”, cuenta Rafael.
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Aunque la escuela de tambores no ha sido la solución a toda esa lista de problemáticas, sí ha servido, de una u otra forma, para que haya una mayor conciencia sobre el territorio que habitan los boquilleros.
Volver a la fiesta
Rafael, quien también se dedica a la investigación de esos ritmos tradicionales, tenía, desde antes del nacimiento de la escuela, una preocupación: “Cuando morían los viejos se perdían todas las tradiciones de los cantos y de los toques de tambores. Por eso pensé en la escuela”, que, además, cuenta ahora con un taller de lutería para que los estudiantes hagan sus propios instrumentos.
Y no se trató de llegar a imponer su percepción del mundo a la comunidad. Al contrario, se ha fortalecido gracias al trabajo mancomunado con esta. Prueba de ello, es el financiamiento que logran desde la autogestión.
“No tenemos financiación estatal. La escuela la sostenemos con los ingresos que generamos por presentaciones o por la gestión de proyectos. Como es una escuela gratuita, los padres y madres prestan un servicio de trabajo cuando ella lo requiera. También trabajamos con voluntarios que ofrecen su conocimiento”, dice.
Y agrega que la Escuela Taller Tambores de Cabildo se ha aliado, por ejemplo, con la Universidad Tecnológica de Bolívar y con el Centro de Formación de la Cooperación Española en Cartagena. También, con “amigos profesionales de distintas áreas, como psicólogos, abogados, artistas y profesores, que ofrecen sus conocimientos”.
El impacto de la escuela ha sido tal que, además de su sede en La Boquilla, también ha llegado a Montes de María, una subregión entre los departamentos de Sucre y Bolívar golpeada históricamente por el conflicto armado.
“El conflicto allí hizo que en las comunidades se dejaran de celebrar las fiestas, la gente dejó de cantar. Queremos con estas comunidades generar un nuevo espacio de confianza y de retorno. A la gente le gusta la fiesta, le gusta el picó. Entonces aprovechamos este espacio para, con la música de los tambores, enviar mensajes positivos para la construcción de liderazgos”.
De acuerdo con Rafael, “normalmente los procesos de formación suelen acabarse pronto; pero se han sostenido por los resultados que hemos tenido en la formación de los ‘pelaitos’. A parte de los contenidos musicales y culturales, se ha convertido en un tema de oportunidades, de ingreso, de futuro”.
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