Suspar, en el Quindío, y Urbaser se han convertido en actores fundamentales para la ruta selectiva que transforma bolsas de plátano y banano en baldes y mangueras. Cada año, evitan que 750.000 bolsas contaminantes ingresen al relleno sanitario del departamento.
María Dancy Blandon, de 59 años, comienza su recorrido por los caminos que conducen a las fincas plataneras y bananeras de Montenegro, en Quindío, a las siete de la mañana. Los campesinos la reconocen por recolectar, periódicamente, los paquetes llenos de bolsas de plátano y banano que van dejando sus cosechas para llevaros a Somos Usuarios de Servicios Públicos de Aseo y Reciclaje (Suspar), una empresa que, desde hace tres años, se dedica al tratamiento del material.
Estas bolsas, a diferencia de las utilizadas en la cotidianidad, requieren un tratamiento especial pues, además de los daños que genera su lenta descomposición, el hecho de contener insecticidas incrementa el impacto que pueden dejar en la calidad del suelo y del aire cuando son sujetas a combustión.
Aunque Suspar se consolidó como empresa en 2020, María Dancy lleva más de 17 años trabajando en el tema. Explica que, durante todo ese tiempo, notó cómo varias de las fincas locales no cumplían con la correcta disposición del residuo:
“Recuerdo que algunos las enterraban, otros las quemaban. Antes de hacer la recolección busqué alternativas para ver quiénes podrían respaldarme con la compra de las bolsas. Fue así como nos enteramos que había una empresa que necesitaba a alguien que se ocupara de esa recolección y de capacitar a las personas de las fincas en el manejo de la bolsa de plátano y banano”, comenta.
Suspar, actualmente, hace la recolección del material en todo el Quindío. Cada semana recolectan, secan y prensan alrededor de 3 a 4 toneladas de bolsas, cifras que han alcanzado con el impulso de entidades públicas y privadas quienes les extienden capacitaciones y apoyo técnico, entre ellas, Urbaser, empresa que administra y opera el relleno sanitario del Quindío.
“Hubo una época en la que notamos que llegaban muchas bolsas de plátano al relleno, un residuo que no se puede ingresar, y empezamos a pensar alternativas. Encontramos a la Fundación Bioentorno -que ya había trabajado con Suspar-, pero notamos que esta empresa no tenía la cantidad de bolsas suficientes para impulsar su proyecto. Entonces les propusimos crear una ruta selectiva y facilitarles vehículos para la recolección”, explica Salomón Orozco, líder de sostenibilidad de Urbaser.
El éxito de la ruta de recolección ha sido tal que, en 2022, registraron 83 fincas en el municipio de Montenegro vinculadas al proceso, cubriendo así un total de 3.000 hectáreas de producción de banano y plátano.
Con ello, las empresas han evitado que, alrededor de 750 mil bolsas, ingresen al relleno sanitario por año, es decir, unas 35 toneladas.
¿Qué ocurre con las bolsas una vez recolectadas?
La bodega de Suspar está ubicada en el barrio La Patria, en Armenia. De allí sale todo el material hacia Mayco, la empresa encargada de descontaminar y transformar las bolsas en baldes, mangueras y hasta madera plástica, insumos para el agro que los mismos campesinos vuelven a utilizar.
“Este año hemos trabajado mucho con líderes comunales y propietarios de fincas para enseñarles que esa bolsa no es un elemento cualquiera. La comunidad ha sido muy receptiva (…) Cuando ven que estos productos van a ser útiles para sus actividades, se animan más a disponerlas correctamente”, explica Rolando Giraldo Franco, coordinador del Plan de Gestión Integral de Residuos Sólidos de la Alcaldía de Montenegro.
Todos los actores involucrados coinciden con que este modelo de economía circular es un ejemplo altamente replicable para el resto de zonas bananeras del país. En la cadena se benefician tanto las fincas plataneras que logran la certificación de entrega de residuos para reciclaje, hasta las asociaciones comunitarias que, como Suspar, reciben ingresos a partir de la recolección de las bolsas.
“Las personas a veces creen que la labor que nosotros hacemos es fácil. Yo inicié esto sin un peso, pero me he mantenido. Cada día quiero superarme más y poder ayudar, no solamente al medioambiente, sino a personas que necesitan ingresos para ayudar a sus familias (…) Agradezco mucho también a todas las fincas de Quindío, porque ya tienen una cultura alrededor del manejo de estas bolsas. La gente ahora es muy ordenada y juiciosa”, concluye María Dancy, quien con su experiencia busca motivar a otros campesinos a entender que el reciclaje es rentable y demostrar que la comunidad puede contribuir a una producción agrícola más segura y sostenible.