Desde Tena, Cundinamarca, la Fundación Formemos ofrece formación académica y agropecuaria sin costo para niños y jóvenes de hasta 16 años en condiciones de vulnerabilidad. Hoy, sus egresados le apuestan a proyectos de vida en el campo.
Con 30 años, Lenin Steve Bedoya aún recuerda con entusiasmo su vida escolar en el Centro Educativo Fundación Formemos, un proyecto social creado en 1992 en Tena, Cundinamarca, y al cual se vinculó cuando apenas cursaba cuarto de primaria.
Llegó de la mano de su madre quien, para ese entonces, atravesaba una situación económica difícil. Una amiga cercana le comentó sobre las oportunidades que ofrecía el Centro en cuanto a formación académica gratuita para niños y jóvenes vulnerables en el país, motivo suficiente para iniciar el proceso de matrícula.
“Mi madre le dijo que mi hermano y yo estábamos estudiando en Bosa, en Bogotá, pero que teníamos una situación económica complicada. Fuimos y, en la primera entrevista que tuvimos, el espacio nos encantó. Cuando llegas enseguida ves hectáreas de campo, animales y cultivos de café”, recuerda Lenin.
Al poco tiempo de ingresar a la Fundación, el joven fue apadrinado por un tercero.
Lo que más disfrutó, recuerda, fue aprender sobre agricultura y creación de emprendimientos sostenibles. Esa formación, años después, lo ayudaría a destacar como zootecnista, carrera que cursó en la Universidad Agraria gracias a la gestión de algunos profesores del Centro que reconocieron su talento y amor por el campo.
Desde su creación, el lugar ha recibido a 4.699 niños en condiciones vulnerables y víctimas de desplazamiento forzado oriundos de 17 departamentos del país. El objetivo principal es brindarles un proceso académico integral, que los reconcilie con el campo y con sus familias.
En el marco del conflicto armado, la niñez ha sido una de las poblaciones más afectadas en Colombia. Según UNICEF, solo entre 2013 y 2015, por ejemplo, más de 230 mil niños resultaron desplazados. Con este programa, la Fundación Formarse contribuye a disminuir los índices de deserción escolar en contextos vulnerables como ese, entendiendo que entre noviembre de 2022 y mayo de 2023, el Ministerio de Educación, reportó que más de 470 mil jóvenes dejaron el sistema educativo.
“Una forma de solucionarlo es seguir trabajando en la educación de base, porque si desde pequeños se les expone a los niños a situaciones de violencia, ellos creen con un sentimiento de desapego hacia la sociedad, sin proyección y sin dónde ubicarse. Educar se vuelve un reto importante en todo sentido”, explica Jhon Restrepo, rector del Centro.
Ofrecer formación gratuita es posible gracias al apoyo que reciben por parte de la Organización Minuto de Dios y de donaciones de terceros. Asimismo, reciben ingresos de la comercialización de algunos de los productos que producen los estudiantes en la granja. Por ejemplo, cuentan con un galpón de gallinas, una huerta y un proyecto de caficultura.
Este último, cuenta Restrepo, es el producto estrella del programa, llegando a fortalecerse gracias a capacitaciones obtenidas con apoyo de la Federación Nacional de Cafeteros. La idea, agrega el vicerrector, es promover este oficio campesino milenario en las próximas generaciones de caficultores, de tal manera que pueda sobrevivir y continuar dejando en alto el nombre del país a nivel mundial.
“Recuerdo que teníamos jornadas agrícolas para revisar la huerta, recoger café, ver a los animales Aunque vivo en Bogotá, si a mi me preguntan qué soy, yo digo que campesino (…) Cuando los jóvenes de las ciudades quieren entrar a carreras agropecuarias es difícil porque no saben cómo se tiene que trabajar la tierra. Sin embargo, yo ya todos esos conceptos técnicos me los sabía de memoria”, cuenta Lenin, quien agradece que esta formación le permitió ir un paso más adelante de sus compañeros.
Aunque el Centro tiene capacidad para 200 niños, actualmente cuenta con 110 vinculados, ya que los recursos económicos no son suficientes. Entre ellos, quienes han sido desplazados o viven en lugares muy retirados cuentan con la opción de internarse en el Centro y recibir alimentación y dotación de forma gratuita.
Así como Lenin, muchos de los egresados hoy siguen de cerca los procesos de Formemos, ya sea apoyando con actividades específicas o asistiendo a dar sus testimonios inspiradores a los niños nuevos. El joven, por ejemplo, trabajó un tiempo como galponero y luego entró a la coordinación de la granja. Siempre quiso «devolver ese acto de gratitud a los demás».
“En Formemos aprendí que no hay que mirar solo la parte material, sino ver a la comunidad. Cuando me gradué como zootecnista, enseguida quise transmitirles lo que había aprendido, ponerlos a la vanguardia. Me dije a mí mismo que si había hecho parte de ese grupo de niños alguna vez, quién mejor que yo para enseñarles la importancia del sector agropecuario”, concluye el joven quien, más de diez años después, aún conserva las amistades de la primaria, pues dice que Formemos, más que una escuela, se convierte en una hermandad.