En 2021, 9.600 animales fueron atendidos por el Centro de Atención,Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre del Valle de Aburrá. El 85 % llegaron gracias a los reportes de la ciudadanía.
En Barbosa, al norte de Medellín, hay un área de 6,5 hectáreas reservada para el bienestar animal: el Centro de Atención, Valoración y Rehabilitación de Fauna Silvestre (CAVR). Andrés Gómez, supervisor de los proyectos de fauna silvestre del Área Metropolitana del Valle de Aburrá, la define como un centro en el que son atendidos animales por motivos muy diversos.
En 2020, explica Gómez, se creó la línea de emergencia de atención de faunas silvestres (304 630 0090), que funciona desde el CAVR. Se trata de un call-center que recibe llamadas de la comunidad donde reportan emergencias de animales en los 10 municipios del Valle de Aburrá.
En el CAVR hay, además, dos unidades de rescate –que cubren las zonas norte y sur del Valle de Aburrá– con médicos veterinarios. Cuando se recibe la llamada, los casos se priorizan a partir de un triage establecido por los veterinarios.
En 2021, se recuperaron alrededor de 9.600 animales, de los cuales el 85 % fueron gracias a llamadas recibidas por la línea.
El equipo que trabaja por la fauna silvestre
Gómez explica que, para el éxito de la línea, se ha requerido de un trabajo articulado con policías, bomberos, Defensa Civil y, por supuesto, la comunidad. Una colaboración que, según las cifras, ha sido exitosa. En 2018 se pasó de atender unos 5.500 animales al año, para llegar a los mencionados 9.600 el año pasado.
¿Pero cómo funciona? “La persona llama a la línea de emergencia a reportar al animal herido. El veterinario llega por él, lo estabiliza. Posteriormente, se traslada a la estación de paso que tenemos ubicada en el Jardín Botánico y después, tipo 2 o 3 de la tarde, se envían todos los animales que se recuperaron en el día al CAVR, donde contamos con todos los veterinarios, quienes hacen una valoración y tratamiento exhaustivo”, explica Gómez.
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El centro recibe a los animales bajo tres modalidades. Entrega voluntaria, que es cuando “un tenedor de fauna silvestre entrega al animal a la autoridad ambiental”. Rescate, que es cuando un animal silvestre, que se encuentra en libertad, “es salvado de una emergencia por el personal del CAVR o por un ciudadano que lo reporta”. Y por incautación o decomiso, que solo lo puede hacer la Policía Nacional.
Al estar en el CAVR, se define el tratamiento de cada uno de los animales. “Algunos animales llegan con la necesidad de un tratamiento como rayos X o especialistas, por lo que el CAVR lo operamos con la Universidad CES. Muchos animales deben ir a cita oftalmológica o con especialistas como oncólogos. Así trabajamos con el fin de ofrecer ese tratamiento con los animales, para protegerlos y conservarlos”.
Luego del tratamiento inicial, muchos de los animales atendidos son hospitalizados o quedan en cuarentena. Para esto último, el Área Metropolitana del Valle de Aburrá destinó $17.000 millones para la construcción de un espacio de 2.600 metros cuadrados, donde, además, “tendremos toda la parte hospitalaria con equipos de última tecnología para garantizar el servicio”.
Es difícil saber el tiempo que se quedan los animales en el CAVR antes de ser liberados, pues depende de las circunstancias de cada caso. Un ejemplo que da Gómez de por qué no es posible decir un estimado es que hay primates que han estado allí hasta cinco años. Lo que sí está claro es cuáles son las especies que más llegan. El primer grupo es las aves, el segundo es los mamíferos, como las zarigüeyas y los zorros (en 2021 ingresaron 48 zorros perros o cangrejeros), y el tercero son los anfibios y reptiles.
El impacto de la línea
Julián Isaza, líder del equipo de la línea de emergencia, recuerda dos casos que sirven para ejemplificar el impacto de este servicio. “Una fue una zarigüeya, en San Javier, que quedó en la división de dos casas”, explica. Por disponibilidad, las unidades móviles no habían podido llegar a la zona y, al ver esto, las personas tomaron una decisión: “sin dudarlo, rompieron el muro de la casa y la sacaron”.
En otra ocasión, una mujer encontró a un murciélago malherido por unos niños. Pero “no era capaz de cogerlo, le daba miedo”. Sin embargo, y a pesar de ese temor, tomó una silla, una ‘banquita’, y durante las tres horas que tardaron en llegar de la línea, “se sentó con una sombrilla sobre el murciélago para que no le diera la luz”.
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Esas anécdotas le sirven como ejemplo a Isaza para una reflexión: “Tenemos la disponibilidad de luchar y cuidar a nuestra fauna silvestre. Las personas deben entender que hay que proteger el equilibrio de los ecosistemas”.
Los cuidados con la fauna silvestre
Aunque el CAVR se encarga de todo ese proceso de atención y cuidado, la comunidad, al ser una parte activa en las llamadas también tiene una parte de responsabilidad. Sobre todo, porque estos no son animales domésticos y, por tanto, la forma en la que se tratan depende de distintas circunstancias.
Gómez explica esta idea con un ejemplo: el de los pichones de currucutú que están aprendiendo a volar. “Muchas veces vemos un pichón en el suelo. Dentro de nuestra sensibilidad como seres humanos, lo vemos frágil y, preocupados porque se lo coma un gato o se aporre, cometemos el error de cogerlo”.
Aquí entran también en juego quienes atienden la línea de emergencia, pues dan indicaciones a las personas para reaccionar de manera acertada. “Posiblemente estos pichones estén aprendiendo a volar y los padres estén cerca. Un trabajo que hacemos es explicarle a la persona que llame que esté pendiente y delimite la zona con el fin de que no le pase nada. Es un trabajo de cultura y educación”.
Ante esta realidad, Gómez hace varias recomendaciones. Para empezar, si la persona conoce a alguien que tiene un animal silvestre en su casa, puede informar el caso, de manera anónima, al correo atencionausuario@metropol.gov.com o al teléfono 385 6000 extensión 127.
Si se trata de un animal que está herido, al contactar a la línea de emergencia, que funciona entre las seis de la mañana y las diez de la noche, “le daremos unas pautas y un seguimiento para que el animal esté en unas condiciones mientras llega el veterinario”. Al final, se trata de “dar unas alternativas a las personas con el fin de que podamos, al máximo, velar porque los animales están protegidos”.