Durante más de diez años, el Colectivo Caicas ha trabajado por la defensa del humedal Jaboque con acciones como recorridos mensuales y talleres para mantener informada a la comunidad.
Aunque todavía hay mucho por hacer, la percepción alrededor de los humedales, su función ambiental y la necesidad de protegerlos ha ido cambiando lentamente en Colombia hacia una más positiva. Bien lo dice María Fernanda Velandia, “antes se les entendía como potreros y pantanos sin importancia. Hoy cada vez más gente entiende que son ecosistemas vivos y muy productivos, pues son muy eficientes a la hora de capturar carbono”.
María Fernanda es profesional en ciencias ambientales e integrante del Colectivo Caicas, una iniciativa comunitaria que le apuesta, desde 2013, a promover ese cambio de perspectiva con su labor por la defensa del humedal Jaboque, el segundo más grande de Bogotá y uno de los más discutidos a nivel distrital durante los últimos años en términos de planeación urbana y cuidado ambiental.
Es que, a pesar de que tiene por lo menos 150 hectáreas de extensión y es uno de los 11 parques ecológicos distritales que conforman el Complejo de Humedales Urbanos de Bogotá, designado como sitio Ramsar —un título de importancia ambiental internacional otorgado por la Unesco—, el Jaboque es sujeto de una serie de riesgos que preocupan a las 7 personas del colectivo, y a la comunidad de la localidad de Engativá a la que impactan.
De acuerdo con María Fernanda, “hay muchos barrios alrededor del humedal. Barrios autoconstruidos, con conexiones erradas que afectan la calidad del agua, pero también viene sufriendo presión con la construcción de edificios, urbanizaciones y conjuntos cerrados con torres muy altas. Eso ha hecho que haya perdido parte de lo que debería ser su zona de manejo y preservación ambiental”.
De hecho, el humedal ha sido protagonista de polémicas relacionadas con proyectos de vivienda que, entre otras cosas, aumentan la presión urbanística, o corredores ambientales que llevan concreto y contaminación al interior del ecosistema, y que, por ejemplo, en 2023 generaron un choque entre la Alcaldía Distrital, que administra la porción del humedal que está en el límite urbano a través de la Secretaría de Ambiente, y la Corporación Autónoma Regional que se encarga de darle manejo a la parte que se encuentra en el límite rural. Esto, asegura María Fernanda, es testimonio de otro problema: “existe una desarticulación institucional tenaz”.
En el medio están una serie de esfuerzos individuales y colectivos que, desde lo comunitario, adelantan acciones para proteger el ecosistema. Entre ellos Caicas, que, como explica la experta en ciencias ambientales, “nace para defender y generar formas comunitarias de construir el territorio alrededor de la defensa de los ecosistemas. No es solamente el humedal, sino lo que este significa en el marco de las relaciones de ciudad, que muchas veces son injustas, desiguales y depredadoras con la naturaleza. El Jaboque, pero el Jaboque como una forma de decir ‘este es nuestro territorio, que defendemos en función de construir una sociedad diferente’”.
Una apuesta por la educación popular
En ese orden de ideas, el colectivo ha centrado sus esfuerzos alrededor de una serie de labores que parten de una base muy sencilla: informarse para informar a los demás. Es decir, conocer el humedal, hacerle seguimiento y darle a conocer su complejidad ecosistémica a quienes lo desean, sean comunidades aledañas u otros grupos que se acercan, usualmente con fines académicos.
Andrea Mejía, por ejemplo, es trabajadora social, habitante del barrio Unir 2, en las inmediaciones de humedal, y una de sus integrantes. Cuenta que se motivó a unirse en 2019 luego de enterarse del trabajo que hicieron con los recicladores del sector.
“Se dio una conversación bastante unida con varias organizaciones de recicladores, no sobre cómo protegerlo desde lo ambiental, porque muchos de ellos saben cómo hacerlo, sino sobre las relaciones que se pueden tener con el humedal y cómo esto puede ayudar a mitigar muchas afectaciones a futuro”, cuenta, refiriéndose a la enseñanza de temas relacionados con la incidencia y la participación comunitaria a través, por ejemplo, del voto consciente y de instancias como Mesas Territoriales y Distritales de Humedales.
A eso se suman diálogos con científicos y académicos y con habitantes del territorio que, por su labor, o por habitarlo están en la posición de enseñar al colectivo sobre sus características ecosistémicas y las problemáticas que lo afectan; así como los recorridos mensuales que hacen por el Jaboque en un ejercicio monitoreo de su estado y procesos de documentación empírica, que luego se transforman en conversaciones y talleres que ‘las caicas’, como las conocen en Engativá, llevan a las comunidades.
“Yo, por ejemplo, doy talleres de historia. En el humedal hay una zona arqueológica, tenemos vestigios de comunidades anteriores a nosotros, sobre todo muiscas y del periodo Herrera. En ellos indagamos por el trato de estos antepasados hacia el ecosistema para mostrarle a las personas que este territorio ya había sido habitado anteriormente por personas que tenían una comunicación asertiva con el mismo”, cuenta Andrea.
Otra de las integrantes, Luz Marina, que es microbióloga, organiza charlas sobre la ciencia detrás del humedal y de las especies de fauna y flora que lo habitan, usando un lenguaje cotidiano, lejos de lo técnico, para que quienes los reciben se sientan más familiarizados con el ecosistema; mientras que Ximena, que es artista plástica, trabaja con niños, jóvenes y otros artistas locales en procesos que los inspiran a crear murales, máscaras y hasta abecedarios basados en lo que aprenden sobre el Jaboque como una forma de “generar territorialidad”.
Además de estas acciones, Caicas también lleva comunidades, grupos estudiantiles e investigadores a sus recorridos, cuenta Andrea, para “puedan adquirir elementos, que hagan ellos mismos su propio embudo e interioricen lo que les impacta y actúen, pues como miembros de la comunidad, cada cosa que hacemos contribuye a que las personas que están en las esferas de toma de decisiones más altas realmente trabajen en pro de estos ecosistemas”. Dependiendo de la temporada o el grupo, pueden ser salidas temáticas sobre avistamiento de aves, estudio de hongos, o visita a los vestigios arqueológicos, que son camellones y monolitos.
Por último, está el tema de incidencia, donde el colectivo participa en los escenarios de consulta y discusión de decisiones que atañen al Jaboque, como las Mesas de Humedales. María Fernanda cuenta que, de esta manera, y de la mano de muchos otros grupos con las mismas preocupaciones, “se logró posicionar la problemática de los humedales frente a la opinión pública y frente a, por ejemplo, el Concejo de Bogotá, otros entes de control y medios de comunicación que consideramos ya son más conscientes de lo problemáticas que son las intervenciones que se plantean en estos ecosistemas”.
Con todo, se trata de un trabajo voluntario que nace desde el amor por el territorio y de la necesidad de convertirlo en un escenario amable para todos los que en él intervienen. “Eso crea unas redes de apoyo muy importantes alrededor, en este caso, del humedal Jaboque. La consciencia no es rotundamente cambiante, pero sobre todo las nuevas generaciones tienen más interés hoy en día”, concluye Andrea.