Adaptar los contenidos ambientales a la forma de aprender de los más jóvenes, usando narrativas emocionales y experiencias prácticas, mejorará la comprensión y el impacto de las estrategias educativas. Aquí una serie de consejos para lograrlo.
Abordar la educación ambiental en la primera infancia es una necesidad que cobra cada vez más relevancia en agendas académicas y discusiones públicas. La crisis ambiental actual exige que, en el futuro, haya personas suficientemente preparadas para enfrentar desafíos como el cambio climático, la pérdida de especies, la desertificación, entre otros.
Según un estudio de UNICEF, en América Latina y el Caribe se estima que 9 de cada 10 niños están expuestos a al menos dos crisis climáticas y ambientales superpuestas, las cuales terminan afectando directamente sus derechos.
En 2021, la misma entidad realizó una encuesta a jóvenes activistas por el clima en la región, que concluyó que la educación y la formación son las dos principales acciones que los gobiernos deberían adoptar para enfrentar el cambio climático.
Sin embargo, la educación ambiental en la primera infancia requiere un enfoque especial, mucho más personalizado, que se adapte a las dinámicas de consumo de información y aprendizaje de los niños. En este caso, el «cómo» es igual de importante como el «qué».
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Así lo confirma Céline Guerne, comunicadora colombo-suiza radicada en Cartagena, directora y guionista de Pulga en la Oreja, un podcast ambiental para niños, fundado en 2024.
Guerne notó, a pesar del auge de los podcast en el país, que hacía falta un espacio en el que biólogos explicaran, de forma didáctica, las especies de animales nacionales y la importancia de preservar sus ecosistemas a través de una serie de episodios animados para niños.
“Podemos hablar de muchos tecnicismos, pero es importante llegar al corazón, y eso se logra muchas veces en edades más jóvenes para que las personas crezcan con ganas de proteger el medioambiente”, comenta la autora del podcast, que ya ha servido, incluso , como herramienta educativa, de entretenimiento y de relajación en colegios de Cartagena ubicados en los barrios El Pozón y Urbanización El Carmelo, entre otros. Su uso, además, ha complementado el aprendizaje de ciencias naturales gracias a las ventajas que ofrece la memorización a través de la escucha activa.
Desde su experiencia, estos son cinco consejos clave para hablar de educación ambiental con niños:
Conexión emocional a través de la narración
Al hablar de temas ambientales con niños, es importante construir una narrativa con un fuerte componente emocional para generar mayor conexión e interés. Por eso, las historias narradas, idealmente con la personificación de especies o ecosistemas, pueden facilitar la retención a largo plazo, ya que requieren mayor atención para seguir el hilo de la historia. Una buena estrategia es aprovechar las aventuras de los animales para explicar su cotidianidad y comportamientos.
“Con los niños hay una magia en la narrativa. No es lo mismo leer la teoría en un libro que escuchar un cuento e ir interconectando esas ideas. Hace milenios, lo que aprendíamos era a través de historias de los antepasados. Por eso también utilicé en mi podcast la figura del abuelo que le explica al niño todo sobre la naturaleza, porque es un personaje asociado con la sabiduría (…) Muchos ecologistas dicen que para proteger hay que querer, y para querer hay que conocer”, explica Céline.
Aumentar las oportunidades de contacto con la naturaleza
Según la creadora, el déficit de contacto con la naturaleza es perjudicial para la salud física y mental, tanto en niños como en adultos.
Un informe titulado Green and Blue Spaces and Mental Health, de la Organización Mundial de la Salud, concluyó que la exposición a bosques, parques, jardines o costas puede mitigar el impacto psicológico del cambio climático, fomentar la actividad física y ofrecer oportunidades de interacción social, además de ser espacios ideales para relajarse y reducir el estrés cotidiano.
Aumentar las oportunidades de explorar estos espacios fortalecerá la conexión de los niños con el mundo que los rodea, ayudándolos a apreciar su riqueza y a desarrollar sentido de pertenencia. Esto, a su vez, puede despertar un rechazo natural hacia todo aquello que implique la destrucción del entorno.
Fomentar el sentido de responsabilidad
Si bien los problemas ambientales tienen causas sistémicas y estructurales, también hay una responsabilidad individual que debe inculcarse desde la infancia.
Involucrar a los niños en actividades de restauración, darles consejos sobre cómo cuidar el medioambiente en su vida diaria y mostrarles las “recompensas” futuras de sus acciones son estrategias que fortalecen ese sentido de responsabilidad.
“Para mí, funciona como la teoría del colibrí que trata de llevar una gota de agua para apagar un incendio. Otros animales le dicen: ‘¿Qué haces, si no cambiarás nada?’ y el colibrí responde: ‘Si todos lleváramos una gota de agua, el fuego se apagaría’. Es importante empoderar a los niños para que entiendan que todos podemos hacer algo con impacto positivo, darles esa esperanza y ese poder”, resalta Céline.
Dar herramientas para tomar acción
Al tratar temas ambientales con niños y jóvenes, es fundamental cuidar la forma en que se entrega la información. Problemas como la ecoansiedad, que genera un miedo paralizante en lugar de motivar a la acción, pueden ser contraproducentes.
La American Psychology Association (APA) la define como “el temor crónico a sufrir un cataclismo ambiental, provocado por la observación del impacto aparentemente irreversible del cambio climático y la preocupación por el futuro propio y de las próximas generaciones”.
Por ello, es recomendable equilibrar la información negativa con mensajes positivos. Es decir, hablarles de las problemáticas ambientales; y brindarles herramientas, acompañamiento y pasos concretos para contribuir a su solución.
“Se les puede decir que existe el tráfico de animales, pero también mostrarles que ellos pueden hacer algo al respecto. Luego, ese niño se lo cuenta a otro y así se crea un efecto de bola de nieve. Además, cuando uno siente que está haciendo algo positivo, por más grave que sea la situación, eso ayuda a pensar: ‘Yo estoy haciendo algo contra esto’. Entonces hay que darles herramientas para ser actores y no simples espectadores”, enfatiza la experta.
Priorizar la interrelación de los contenidos
Todos los episodios de Pulga en la Oreja destacan la interrelación entre especies y ecosistemas, incluyendo al ser humano como parte clave de la cadena. De esta forma, los niños dejan de percibir la naturaleza como un fenómeno aislado y comienzan a comprender su impacto directo en sus vidas.
Por ejemplo, pueden entender por qué la polinización de los insectos o el ciclo del agua son fundamentales para la vida en el planeta.
La Fundación Pulga en la Oreja, también dirigida por Guerne, creó una serie de fichas técnicas y material didáctico totalmente gratis para docentes interesados en utilizar herramientas interactivas en clase alrededor de especies como la ballena jorobada y la lora común. Se pueden descargar en el este enlace.