Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos sumamos a nuestra huella de carbono. Sin embargo, hacer cambios en nuestros hábitos prolongará nuestra existencia en el planeta.
Consumir alimentos, bañarnos y desplazarnos por el territorio es natural y necesario para los humanos. No obstante, nuestras acciones diarias no están en consonancia con el ritmo de la naturaleza, pues generamos más contaminantes de los que esta puede absorber, degradando el futuro bienestar de todos.
Para empezar a reflexionar y darnos cuenta de lo errados que estamos, basta con ver el uso indiscriminado de plásticos para envolver los productos que compramos o las toneladas de comida que terminan en la basura: según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) el 40 % de los alimentos que se producen en el mundo es desperdiciado.
La manera en la que nos desplazamos no se puede dejar por fuera. En Colombia la idea de tener vehículo particular es sinónimo de status, cuando en realidad es el equivalente a emisión de Gases de Efecto Invernadero. Y para los que piensan que la solución está en los carros y motos eléctricas, la realidad es que su fabricación afecta el medio ambiente y la disposición final de las baterías –que son nocivas para los suelos– todavía no está muy clara en la normativa.
En cualquiera de los casos, un alto número de automotores rodando por la infraestructura vial aumenta el ciclo de conducción y la generación de contaminantes. Caminar, usar el transporte público y las bicicletas son la opción para movernos por el territorio sosteniblemente.
Luego, aunque la tecnología es parte fundamental para mejorar las condiciones de vida de las personas, garantizar la competitividad y optimizar procesos productivos, los equipos que utilizamos diariamente requieren metales extraídos de la minería, como el oro, cobre, plata, entre otros, este sector representa el 6 % de la demanda mundial de energía y el 22 % de las emisiones industriales globales (según un artículo de National Geographic). Lo anterior, sin contar con la contaminación que genera guardar información en la nube o el correo electrónico. ¿Será necesario cambiar el celular cada año? ¿Esos correos que tienes almacenados desde el 2015 siguen siendo importantes?
No existe un plan B. No hay otro planeta al que podamos acudir para iniciar una nueva vida. Por eso es vital –en el sentido estricto de la palabra– hacer cambios en nuestras acciones cotidianas, como dejar de usar pitillos y bolsas de plástico, utilizar el transporte público o la bicicleta, reducir el consumo de proteína animal, tener ecohuertas en nuestras casas, disminuir los tiempos en la ducha, cerrar el grifo mientras nos cepillamos los dientes, utilizar el viento natural para secar la ropa, reciclar aguas lluvia para los quehaceres del hogar, comprar ropa de segunda mano, desechar las pilas en lugares dispuestos para ello y separar las basuras adecuadamente. Estas son algunas acciones que no nos cuestan mucho trabajo pero que sí preservan el medio ambiente y, por ende, nuestro planeta.
¡Construyamos un futuro sostenible entre todos!