Materas, etiquetas para ropa, blogs de notas, cuadernos y tarjetas, todos, hechos con papel reciclado y sembrable. Esta es la historia de Mi Tierra Eco, una iniciativa que supo transformarse para enseñar sobre sostenibilidad en todo el país.
Mi Tierra Eco nació hace aproximadamente cinco años, impulsado por el deseo de crear un emprendimiento con sentido ambiental y propósito creativo. Adriana Hernández, su fundadora, comenzó con una idea muy distinta a la que hoy define su proyecto: el diseño de trajes de baño y ropa interior en tela cambril, un material similar al usado para fabricar tapabocas, pero con un grosor adaptado para moldear la figura femenina.
“Creíamos que la tela era ecológica, que estábamos aportando al medioambiente, y esa era nuestra propuesta de valor en ese momento”, recuerda.
Su visión cambió al participar en convocatorias de emprendimiento, primero en el Valle del Cauca y luego en el Fondo Emprender del SENA, donde un jurado les hizo una pregunta clave: “¿Cuánto tiempo tarda en degradarse el resorte que usan en sus diseños?”. Esa inquietud reveló una contradicción de fondo: aunque la tela era presentada como ecológica, en realidad tenía origen petroquímico y no era tan sostenible como pensaban. “Nos dimos cuenta de que estábamos enamorados de una idea que realmente no cumplía con nuestro propósito ambiental”, afirma.
A partir de esa “sacudida”, como la describe Adriana, replantearon el rumbo sin abandonar su compromiso con el cuidado del planeta. Primero identificaron una oportunidad en algo que ya hacían de forma paralela: las bolsas y etiquetas que acompañaban sus productos, que querían que fueran más que simples papeles.
Empezó así una nueva etapa de investigación y formación, descubriendo el mundo del papel con semillas, una práctica ancestral que permite sembrar el papel después de su uso. Inspirada por la montaña de cuadernos escolares que tenía en casa, Adriana experimentó con papel reciclado casero y logró combinar sostenibilidad, diseño y educación en una nueva propuesta: papel plantable artesanal, hecho con materiales reutilizados y cargado de vida.
Desde su hogar en Cali, ha convertido su pasión por el medio ambiente en un emprendimiento sostenible que educa, crea empleo y, sobre todo, inspira.
Lo que diferencia a Mi Tierra Eco no es solo el producto final, sino el respeto por el proceso. Cada hoja se fabrica manualmente y se utiliza un sistema de producción que busca minimizar el uso de recursos como el agua. Mientras la industria papelera tradicional puede utilizar entre 10 y 11 litros por hoja tamaño carta, Adriana emplea entre 3 y 4 litros hasta agotar el recurso, consiguiendo varias unidades, y siempre de forma controlada. “Solo comenzamos a remojar cuando tenemos certeza de producción. No desperdiciamos nada”, explica.

Todo inicia con la recolección y clasificación del papel: hojas de cuaderno, papelería obsoleta de empresas, cartulinas, cartones, e incluso cubetas de huevo. “Lo separamos por tipo de uso y por color. Esto nos permite lograr papeles claros, oscuros y medios, según lo que vayamos a hacer”, detalla Adriana.
Luego, el papel es rasgado a mano en agua caliente, con vinagre si hay materiales orgánicos como cartón huevo, y licuado hasta lograr una pulpa uniforme. “Con eso hacemos un engrudo, le incorporamos las semillas, lo pasamos por el bastidor y luego lo prensamos. Lo secamos al aire libre, en Cali el clima es perfecto para eso, en un día o dos ya está listo”, añade. Después, se prensan en seco para que queden lisos y aptos para impresión o decoración.
Paralelo a la fabricación de productos decorativos, funcionales y ecológicos, Mi Tierra Eco siembra conciencia en comunidades y hogares de todo el país, e incluso de otras partes del mundo.
De acuerdo con su creadora, el emprendimiento tiene una vocación educativa profundamente arraigada. “Nuestros talleres virtuales, con una duración aproximada de dos horas, están diseñados para enseñar prácticas sostenibles y de reciclaje que pueden implementarse fácilmente desde el hogar.”, comenta Hernández. “Cuando es aquí, incluimos los materiales. Cuando es internacional, los guiamos para que los consigan localmente”.
En dichas jornadas, realizan sensibilizaciones sobre el cuidado del entorno y adelantan experiencias prácticas para aprender a reutilizar materiales comunes como papel usado, cartón, revistas y cubetas de huevo. Además, ofrecen consejos prácticos para adoptar hábitos sostenibles en el hogar: por ejemplo, sustituir las esponjas sintéticas por estropajos vegetales como la lufa o utilizar vinagre y bicarbonato como productos de limpieza ecológicos.
“¿Sabes quiénes participan demasiado? Los niños y los jóvenes. Es algo increíble”, relata. Según Adriana, el 80% de los talleres han sido con niños de entre 6 y 15 años, interesados no solo en cuidar el planeta, sino en generar ingresos. “Están interesados en ganar plata. Y ven una oportunidad en este tipo de prácticas. Para mí, eso ya paga cualquier taller”.

Mi Tierra Eco no se detiene. Uno de los objetivos del emprendimiento es desarrollar tintas ecológicas. “Estamos haciendo pruebas con tintas a base de soja y agua, pero estamos teniendo algunos inconvenientes con la absorción del papel”, cuenta. Aun así, están decididos a lograrlo, porque saben que utilizar tintas no amigables contradice su propósito.
Además, quieren fortalecer el componente formativo: “Queremos llegar a más colegios, más instituciones, más madres cabeza de hogar. Que vean que esto también les puede servir para emprender. Para todos hay”.
Y los resultados ya se ven. Mi Tierra Eco colabora con estudiantes universitarios, apoya emprendimientos que buscan etiquetas sostenibles para ropa, y produce envolturas para jabones, cajas decorativas y más. “Queremos seguir sacando todo lo que se nos pueda ocurrir”, afirma con una sonrisa la emprededora.
Adriana Hernández también tiene claro que el verdadero cambio comienza en casa. “Queremos involucrarnos más en ser esas abanderadas del tema reciclaje en el hogar”, declara. Según cifras que cita, en Colombia solo se recicla el 17% de los residuos.

Ella misma representa esa transformación. A sus 46 años, compagina su trabajo en la empresa donde desempeña desde hace más de 13 años con su emprendimiento, al que le dedica “todo el tiempo y las ganas posibles”.
“Cambiar de pensamiento y estilo de vida para que sea amigable y que nos sintamos útiles como individuos en una sociedad es dificilísimo… pero queremos llegar a eso”, expresa.
Más allá del crecimiento económico, Adriana sueña con generar empleo para más personas. Hoy, Mi Tierra Eco es un negocio familiar en el que trabajan sus dos hijos y una colaboradora que maneja las redes sociales. “Quiero tocar más corazoncitos, y qué más que tenerlos acá y darles una empleabilidad bonita, justa”.
Para Hernández, la sostenibilidad no es solo ambiental: “Sostenible es tener cubiertas muchas dimensiones: el talento, los ingresos, el impacto, y también la capacidad de emplear”.
Mi Tierra Eco no solo recicla papel. Recicla ideas, hábitos, esperanzas. Y demuestra que desde una casa caleña se puede generar un impacto global. Como dice su fundadora: “Esto lo hacemos con amor, conciencia y muchas ganas de cambiar el mundo, hoja por hoja.”