Mientras muchos usan las redes para figurar, este creador de contenido eligió el anonimato para amplificar la generosidad. Bocados Anónimos recorre las calles de Bogotá para entregar comida a personas vulnerables y visibilizar emprendimientos, con respeto, amor y un mensaje claro: ayudar también puede ser viral.
En un mundo digital donde el rostro y la marca personal parecen obligatorios, Bocados Anónimos rompe el molde. No busca fama, no firma sus videos con un nombre propio, ni persigue contratos de publicidad. En cambio, cada publicación es un homenaje a los otros: los emprendedores que madrugan para vender, los habitantes de calle que agradecen entre lágrimas y las familias que luchan día a día por salir adelante.
«Para mí, los protagonistas son ellos», dice. Su decisión de mantenerse en el anonimato es ética, simbólica y emocional. «Esto no es sobre mí. Es sobre quienes no suelen tener cámara ni audiencia».
El proyecto comenzó de forma íntima, familiar. Durante años, junto a su esposa y sus padres, preparaban comida en casa y salían a entregarla por las calles de Bogotá. No había celulares grabando ni redes detrás. Solo un gesto sencillo: compartir desde el corazón. Hasta que un día decidieron grabar, no para mostrar, sino para inspirar.
Desde que empezó a publicar sus recorridos en redes sociales, el impacto fue inmediato. Hoy tiene más de 1.4 millones de seguidores solo en TikTok, y cada entrega de comida o compra a un vendedor ambulante se convierte en una historia que toca fibras. «Una familia cuadruplicó sus ventas después de que mostramos su producto. Solo fue un video, pero lo cambió todo».
El trabajo no se detiene. Con una canasta al hombro, acompañado por su esposa y su bebé de diez meses, recorre diariamente zonas de Bogotá para encontrar a quienes más lo necesitan. A veces le toca caminar largos tramos, sortear el pico y placa, o cargar los alimentos en bus, pero el cansancio no le gana a la convicción. «No me he querido rendir. A veces me agoto, pero rendirme no entra en los planes», confiesa.

Aunque sus redes monetizan y sus seguidores, especialmente los colombianos en el exterior, le hacen donaciones que sostienen la iniciativa, el enfoque nunca ha sido económico. «Yo empecé grabando con mi sueldo. Hoy puedo hacer esto a diario gracias a la gente que cree en este propósito».
Es por ese mismo motivo que nunca ha querido cambiar el contenido para ganar más seguidores. «Puedo ajustar el formato, hacerlo más corto o dinámico, pero nunca traicionar la intención. Lo más importante es que otros se animen a hacer lo mismo. Si yo inspiro a alguien a salir y compartir un almuerzo con otro, ya valió la pena».
Muchos le preguntan por qué graba, si no teme perder el anonimato o si alguna vez alguien se ha molestado. Su respuesta es clara: todo se hace con respeto. Siempre pide permiso antes de entregar la comida y mantiene una distancia ética. «Nunca me han reclamado por grabar, pero sí me han rechazado platos. Algunos están bajo el efecto de sustancias o simplemente no quieren. Y eso también se respeta».
Una anécdota que recuerda con humor es cuando confundió a un abuelo trabajador con un habitante de calle. «Me dijo: ‘¿Usted cree que no puedo pagarme mi almuerzo?’ Y tenía razón. Me equivoqué. Son lecciones que uno va aprendiendo en el camino».
Con todo, Bocados Anónimos no pretende ser un salvador, ni tener todas las respuestas. Sabe que no puede llegar a todas partes, pero sueña con que otras personas se sumen, creen sus propios proyectos y multipliquen el impacto. Incluso ha pensado en crear una fundación o liderar campañas por localidades, empezando por Soacha.
Por ahora, seguirá siendo una figura sin rostro que representa el valor de lo colectivo, de los actos que no buscan likes, sino impacto. Porque en un mundo que muchas veces prioriza el ego, él nos recuerda que ayudar sin esperar nada a cambio sigue siendo el contenido más poderoso.
Mira acá el quinto episodio de Influencia Positiva: