Un grupo de madres, que se dedican a cuidar de sus hijos con diagnósticos difíciles, crean años viejos para generar ingresos con una actividad que, a su vez, es terapéutica.
Una de las tradiciones más populares en Colombia es la quema del Año Viejo. Generalmente, estos son muñecos que se fabrican con ropa usada y paja, a los que se les prende fuego la noche del 31 de diciembre como símbolo de renovación y cierre de un ciclo.
Desde que la quema de estos muñecos de tamaño real fue prohibida, muchas personas los hacen en dimensión de juguete y otras deciden comprarlos. En Bogotá, un grupo de mujeres sacó adelante uno de estos negocios como apoyo a las labores de cuidado.
Se trata del proyecto Hecho con amor, de la Fundación Abraza un Sueño, una iniciativa sin ánimo de lucro que busca mejorar la calidad de vida de niños y niñas diagnosticadas con enfermedades de alta complejidad como el Cáncer.
“Cree esta fundación porque me di cuenta que si mejoramos un poquito la vida de los niños con enfermedades complejas, eso puede hacer una gran diferencia y ayudarles mucho en su proceso de recuperación”, dice Camila Morales, directora de la Fundación. En Abraza un Sueño, actualmente 12 mamás trabajan en proyectos de emprendimiento como Hecho con amor.
Años viejos y cuidado
La historia detrás de los años viejos de Hecho con amor es lo que los hace más especiales: “Todos los muñecos los tejen las madres que están vinculadas a la Fundación. Ellas tienen una labor muy exigente de cuidado, pues cuando a sus hijos los diagnostican con enfermedades complejas su mundo cambia”, cuenta Camila.
En Colombia, las mujeres dedican más del doble de su tiempo a labores de cuidado que no son remuneradas. Según la última Encuesta nacional del uso del tiempo del Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), en Colombia, por cada tres horas que en promedio dedican al día los hombres a labores de cuidado no remuneradas, las mujeres destinan casi ocho.
“Creamos este proyecto debido a que las mamás, al ser cuidadoras de tiempo completo, no pueden tener un trabajo fijo. Por eso hacen los muñequitos desde los hospitales o sus casas. Sabemos que el trabajo dignifica», señala la Fundación en sus redes sociales.
Este proyecto, además de haber impactado positivamente la vida de las madres porque pueden generar ganancias, les ha permitido a estas mujeres tener una actividad terapéutica durante los tratamientos de sus hijos.
“Se trata de una iniciativa de cuidado al cuidador. Para que las y los niños mejoren, sus mamás tienen que estar bien. Nos hemos dado cuenta que la calidad de vida de las madres mejora cuando su trabajo es dignificado”, agrega Camila.
Yaneth Rivera, madre de Alejandra, y una de las personas vinculadas al proyecto, cuenta que: “más allá del ingreso que nos permite vender los muñecos, hacerlos se ha convertido en una actividad para aprender algo nuevo que nos saca de la rutina y nos distrae de procesos engorrosos como sacar citas médicas”.
“También tenemos la posibilidad de compartir con las demás mamás, entonces emprender dentro de la fundación también nos ha permitido tener espacios distintos para hablar, tomar onces, comer algo. Es muy chévere realmente”, concluye esta madre.