La idea de comunidad circula por la cabeza de N. Hardem a lo largo de esta entrevista. El rapero bogotano, conocido por trabajar de una manera más solitaria, habla también sobre su evolución artística y la actualidad del género. Una conversación previa a su concierto en el marco del Festival Cordillera.
El rap de N. Hardem, uno de los líderes indiscutidos de la escena bogotana y ¿por qué no? de la colombiana, siempre se ha entendido como una obra profundamente personal, introspectiva. Encriptada, en palabras del artista bogotano, célebre por soltar rimas y breaks cargados con las cadencias propias de la chirimía, la salsa y el jazz que le llegaron por herencia familiar.
Es que, Nelson Martínez se describe a sí mismo huraño y obstinado, pero en constante proceso de crecimiento. A sus 29 años, y tras un 2021 movido por cuenta del lanzamiento de su más reciente disco, Verdor, un álbum en el no sólo trabaja por primera vez con más de un productor, sino en el que también presenta colaboraciones con Briela Ojeda, Pablo Watusi — su hermano y exvocalista de La 33 —, Lianna, Gambeta —líder de Alkolirykoz— y Edson Velandia, asegura que sus mensajes son cada vez más abiertos al público, su trabajo, más comunitario.
Primera fila, la canción que abre ese disco lo demuestra con un sampleo contundente: «What we are saying is either contribute or shut up»; en español, «Lo que decimos es que o contribuyes o te callas». Desde ese punto se desata una letra cargada de referencias a su recorrido artístico, sus intereses, sus ambiciones y su ética de trabajo. Las 12 canciones que siguen orbitan alrededor de esos temas, pero también de lo social y de lo que significa estar en comunidad.
Precisamente de eso habló Hardem en esta entrevista con Colombia Visible, una antesala a su presentación en el Festival Cordillera el 25 de septiembre a las 2:15 p. m. en el escenario Cocuy, en compañía de la United Fruit Company, la banda/laboratorio de jazz y hip hop que lidera.
Su primera frase en Primera línea habla de andar "a pasos gigantes, no agigantados". ¿Diría que eso define su posición en la escena musical actual?
Puede ser. Es como en ese cuento de las botas de siete leguas. Yo no me imagino una carrera andando con propulsión a chorro. Me imagino los pasos gigantes como una cosa lenta, trabajando por la paralela, como una gran curva en el fútbol, como una vuelta casi imperceptible, pero que cuando llega, llega efectivamente y marca la diferencia porque nadie más la vio venir.
Los pasos agigantados es, si, como inflar las vueltas, ganar del ruido, del escándalo y del afán. En cambio me parece que por más que estén compuestos por muchas partecitas milimétricas, los pasos gigantes, que cobran tiempo como un paso de elefante, como la vida de una ballena, dan otro tipo de recompensas para mi mucho más satisfactorias que las del camino rápido. El trabajo para mi, para mi placer incluso, es mucho más agradecido con una dedicación y una ética alejadas de la recompensa inmediata.
Yendo por ese camino, y teniendo en cuenta lo que se escribe de N. Hardem, se puede llegar a la conclusión de que usted convierte sus obsesiones en pasiones. Un ejemplo es precisamente esta idea del trabajo duro y constante en la sombra...
Si, si. Completamente. A veces la palabra obsesión puede ser un poco malsana. Me he librado, después de mis varias adolescencias, de consagrarme como a ciertas obsesiones, pero sí, por ahí va la cosa. Más bien como una idea de empeño e incluso antes de obsesión como de obstinación. Si tengo una idea me empeño por perseguirla y encuentro las maneras o las maneras me encuentran, hasta que esa cosa me hace sentido o se puede cerrar. Soy de esta gente que si empieza algo lo termina en el tiempo que sea necesario.
Eso se ve también en su forma de construir álbumes. Desde Cine Negro y hasta Rhodesia trabajó con un solo productor. Todo cambia con Verdor, ¿qué lo llevó a esa evolución?
Si bien Verdor sigue siendo un disco de alguna forma introspectivo, podríamos llamarlo cóncavo en cuanto a la disposición frente al cuerpo, sí es un disco más abierto al mundo. No está tan encriptado, no tiene sólo código del rap.
Ahora, creo creo que he sido un estudioso, no un estudiante enciclopédico, pero si un estudioso de las formas de hacer hip hop con lo básico. Un 1 y un 2; un DJ y un MC, un productor y un rapero. En el caso de Tambor y Tambor 2 que el productor he sido yo, igual. Pero pues nada, me sentí listo y más bien como en comunidad porque ninguna de las alianzas de Verdor son una vuelta gratuita, no es otra cosa más allá que hacer música con mi comunidad.
Me sentí lo suficientemente soportado y dispuesto para proponerle a gente del calibre que está en ese disco «ey, hagamos algo y quiero que esto quede en un disco que va a salir bajo mi nombre». Hubo confianza, hubo feeling y todos estuvieron dispuestos a hacer algo desde mi perspectiva, y esto suena cliché, más grande que nosotros mismos. Porque sí, Verdor está a mi nombre y obviamente cede a mis caprichos individuales y por eso digamos que yo dirigí la obra, pero es un disco de comunidad.
Usted ha hablado con los años de la idea de rapear desde el 'yo soy' y no desde el 'yo tengo', ¿cree que todavía la mantiene en su trabajo?
Si, pero ya podemos hablar del «yo tengo», empezando por el «yo tengo una responsabilidad con mi contexto, con mi comunidad y conmigo mismo».
Ese concepto de comunidad lo ronda bastante, ¿cómo lo entiende exactamente?
Para mi, que no soy sociólogo ni tengo la referencia de la palabra en el diccionario, es un mecanismo de personas en el que cada uno encuentra cómo aportar a un propósito mayor, sea la supervivencia, el disfrute o la creación. A medida que ha pasado el tiempo, que yo siempre he sido mucho más huraño en la creación y en la ejecución, he ido soltando y este parche ha ido creciendo. Me he encontrado en medio de algo que está sucediendo que es precisamente eso: una comunidad en la que cada quien sabe que ocupa un lugar, que es valioso y que puede estar ahí como vector para otras y para otros, porque eso va a llegar a algún lugar. Es un espacio de cooperación continua.
¿Cuál es la lección más grande que le ha dejado ese trasegar de lo individual a lo comunitario?
Que la entrega, la disposición y el aprendizaje cambian; el compromiso es un poco más atractivo, así asuste un poco más, pues las decisiones que uno toma están lejos de afectarlo únicamente a uno, sino que llegan a todas y todos quienes lo rodean. Diría que la matera se agranda. Hay otras responsabilidades y otras necesidades, pero también hay otras recompensas. Los frutos hay que compartirlos y eso es muy chimba porque son muy grandes y muy ricos.
¿Diría que son lecciones que también le quedan del trabajo comunitario que hace desde 2018? ¿En qué va eso hoy en día?
Por esa época me invitaron a participar en un taller que daban unos chicos en una escuela popular de cine en Potosí en Ciudad Bolívar. Fue un taller de escritura creativa, composición libre, palabra hablada y ritmo propuesto en comunidad. Eso empezó ahí y ha sido el pilar de mi disposición y mis ideas hacia el trabajo comunitario porque sí me cambió y me hizo mucho. Sentí que fue de provecho lo que pudimos hacer para otras y otros. En adelante ese taller ha tenido muchas variables por cuestiones de tiempo, pero lo he hecho en Buenaventura, Cali, Neiva y ahorita a finales de septiembre voy para Pasto.
El objetivo es torcer la narrativa, explorarla desde el contexto colectivo, haciendo una suerte de cartografía, para luego hacer lo mismo a nivel personal, porque cuando uno está inmerso en narrativas dominantes tan fuertes, el individuo empieza a disolverse y a pensar que las historias o las narraciones individuales no son tan valiosas, porque lo que está pasando afuera, que es la violencia, la pobreza o el mierdero «es más grande que yo y yo no tengo por qué quejarme o por qué contar mi visaje». Para mi es una propuesta a hacernos preguntas que podrían verse como ridículas y a torcer la narrativa personal.
¿Esa idea de torcer la narrativa fue lo que lo hizo quedarse con el hip hop?, a fin de cuentas también es grafitero, diseñador gráfico y hasta tuvo una banda de reggae.
Yo diría que es la capacidad de expresión a partir de la crudeza. Sin muchos adornos. Yo soy una persona con una cabeza creativa muy monocromática en que si la forma y el fondo no me incitan, o no me azaran, me quedo esperando más. Y eso me parece una chimba del hip hop en esencia, es como hacer una cosa muy profunda o muy arrecha con elementos básicos de producción y creación. Luego tiene toda su filigrana, haciendo breaks o ensamblando rimas, pero uno sabe que esa es como la raíz de la vuelta.
Además, es un universo que se plantea y se le pone a uno en frente en todo sentido: desde la moda, las formas de moverse, los cuerpos, las expresiones. La música es una parte bien importante, pero es una parte de un todo que lo hace sentir a uno representado y empoderado de su ser, como una persona que habita en el margen de la sociedad.
Hablemos entonces de ese universo del hip hop. ¿Cómo lo ve actualmente en Colombia?
En este momento, a nivel nacional, es una cosa innegable. Está la gente que está a la vanguardia como Alkolirykoz, como Ali, como la gente que viene trabajando de hace tiempo como La Etnnia o cuantos otros. Pero pues ahora que hay más espacios y más gente enfocada en hacer este trabajo. Se aceptó que el rap es una bandera y un lenguaje que le llega muchísimo a la gente, que es poderoso.
Ya esto es una vuelta de seguir haciéndole y ver qué pasa, porque la escuela ya estuvo, las maneras para hacer, para reconocer y para hacer vida con esto están a la orden del día. La gente cuenta con las posibilidades de asistir, de apoyar, de escuchar y no solo como el nicho, porque por más que siguen existiendo los nichos, y es lo más saludable, pues ya estamos en todas partes.
¿Qué ve que caracteriza hoy al rap colombiano?
Como ha crecido, pues ya es super variopinto. Pero a quienes podríamos decir que hacemos parte de la narrativa dominante, si tal cosa es posible en este momento, diría que nos caracteriza la autenticidad sin duda alguna. Claro, existen las corrientes y las olas, pero estamos haciendo una vuelta bien auténtica y pensada para nosotras y nosotros desde nuestro lugar y para nuestro lugar.
¿Piensa que se distancia de ideas como la "música fácil" o la "música políticamente correcta" que suele criticarse en el género?
Yo no sé si tal cosa como la música fácil exista ahora mismo. Lo que hacen por ejemplo en el reguetón, que suele asociarse con esa idea, es complicadísimo. ¿Quién de nosotros puede sacar la receta de la Coca-Cola o de la Big Mac? Eso tiene su ciencia y tiene su trabajo. Tampoco sé si es música políticamente correcta, pero en perspectiva, yo siento que sigo haciendo un trabajo artesanal, si se quiere decir.
Con todo, el rap va a tener un espacio bastante completo en el Festival Cordillera, usted acompañado de la United Fruit Company, que muchos describen como una banda mágica. ¿Qué planean para esa presentación?
Creo que no se ha visto algo así dentro de Bogotá, aparte de los festivales al parque que resultan siendo esta cosa más ecléctica y más abierta a las músicas del mundo. Me parece importante salir a tener una experiencia valiosa. Hablo por mi y por mi banda; nosotros y nosotras, vamos a salir a disfrutar del concierto, también porque va a ser el último con esta formación durante un tiempo, porque el percusionista se va, porque vienen otros azares de la vida. Pero pues, nosotros estamos trabajando para salir a divertirnos y a disfrutarlo; y esperamos que eso se perciba como eso que usted decía ahora, como magia.