En Playas del Viento, en San Bernardo del Viento, donde desemboca el río Sinú en el departamento de Córdoba, el surf se ha convertido en una herramienta de empoderamiento femenino.
“El surf es un simbolismo, una herramienta que sirve para quitarle el miedo a las mujeres, primero el miedo al mar, después el miedo a la vida”, cuenta Dorkas Bautista, creadora de la fundación Sinumar, que durante cerca de 30 años, se ha dedicado a empoderar a las mujeres del corregimiento de Playas del Viento, en córdoba, a través de este deporte.
Bautista relata que aprendió de su padre, a quien describe como “un hombre nada machista y adelantado a su época”. Al encontrar sumamente liberadora esta práctica, tradicionalmente practicada por los hombres de la comunidad, decidió entrenar con él y, posteriormente, compartir esa experiencia con más mujeres del territorio.
Inicialmente eran dos, Dorkas y una amiga, luego fueron 10, consideradas como revolucionarias por la comunidad, y ahora son más de 30, entre ellas algunas mayores de 65 años, que ven en el uso de la misma tabla de surf con la que inició la fundación hace cerca de tres décadas ―hoy tienen más de una― un respiro a una vida llena de prácticas que les arrojan a no reconocerse y no entender su valor.
La nave del conocimiento
Para ello se apalancan en lo que han llamado la nave del conocimiento, una alternativa metodológica que, con los años, además del surf, ha comenzado a emplear distintas expresiones artísticas para impulsar en la comunidad, y especialmente en las jóvenes, proyectos de vida que apoyen su desarrollo consciente y el de la naturaleza que los rodea.
Valga mencionar que en San Bernardo del Viento, territorio al que pertenece el corregimiento, apenas el 3% de la población tiene acceso a internet; y solo el 40% de los estudiantes logra acceder a la educación media.
Por eso, en Playas del Viento, la práctica y enseñanza del surf, a cargo de las mujeres de la fundación, funcionan como un conducto para atraer a las más pequeñas con el objetivo de apoyarlas en su desarrollo, por ejemplo, iniciándolas en las escritura.
Una vez se ha logrado que las aprendices dominen el mar, comienza un proceso de autoconocimiento a través de círculos de la palabra; reuniones semanales donde comparten experiencias, exponen sus preocupaciones y se aconsejan para, entre otras cosas, reconocer su valor como miembros de la comunidad.
Trabajando juntas es posible crecer
En palabras de Dorkas, “entender que nuestras condiciones, la situación del entorno, no define mi valor. Entender que esta no es una condición de vida permanente nos ayuda a tener más fuerza y empoderarnos, nos ayuda a cambiar nuestra realidad”.
Como complemento a esos procesos de desarrollo de las mujeres, Sinumar también realiza talleres de escritura, dibujo o de materias básicas del colegio como ciencias o matemáticas; y ahonda en el cuidado del medio ambiente y de ese hermoso manglar con el que cuenta San Bernardo del Viento.
Gracias a ello, estudiantes como María José Rivera, perteneciente a las mujeres del mar, se han ganado becas para estudiar inglés y asegurado un cupo a la Universidad Nacional de Colombia en Antioquia. Son logros enormes que invitan a las demás niñas a luchar por sus sueños.
En un país donde impera la violencia y el acceso fácil a prácticas ilegales, agrega la fundadora de Sinumar, espacios de autoconocimiento y reconocimiento del entorno son fundamentales para cambiar el pensamiento de las nuevas generaciones, hacerlo a través del surf es el camino que encontraron las mujeres del mar.
Darles espacio a las mujeres para que con su poder creador puedan cultivar la vida y hacer florecer el entorno, añade Dorkas, es el papel real de la mujer en la sociedad, más allá de las prácticas “tradicionales” que, concluye, las limitan.