Con una propuesta que fusiona teatro de títeres, exposiciones artísticas y reflexiones con carga social, Laura Ríos y Jorge Rojas han llevado su arte, y el de al menos otros 100 artistas emergentes, a festivales en Europa y el Caribe, visibilizando la riqueza cultural de Colombia y el talento local, con el propósito de transformar la narrativa del país.
Laura Ríos y Jorge Rojas convirtieron su pasión por las artes escénicas, la promoción cultural y la visibilización del talento local en un proyecto de vida. Desde 2021, recorren festivales a nivel nacional e internacional, impulsando Intercambios Culturales con Títeres Passiflora, una iniciativa que gana cada vez más fuerza en el universo artístico del Valle del Cauca, tierra natal de Jorge; y en Antioquia, de donde es oriunda Laura.
Recuerdan que se conocieron en un taller de títeres organizado por el Ministerio de Cultura. Allí descubrieron que compartían más que intereses artísticos, pues cada uno, además, adelantaba procesos de trabajo social con comunidades en sus respectivos territorios: «Nos dimos cuenta de que, como dice el dicho, uno solo puede llegar más rápido, pero juntos podemos llegar más lejos», señala Laura.
Con esa idea, la pareja ha llevado sus montajes a Italia y Cuba, acompañados por una delegación de 13 artistas colombianos, con los títeres, la danza y la pintura como protagonistas de sus puestas en escena. En esos espacios, además de presentar sus obras, han realizado talleres de danza, técnica vocal, fotografía y pintura, con el objetivo de que el intercambio artístico también implique formación, transmisión de saberes y creación conjunta.
Lejos del imaginario que asocia este arte exclusivamente con el público infantil, su trabajo tiene una carga social y filosófica. A través de los títeres abordan temas alrededor de la muerte, la paz y el conflicto armado, pero también aquellos que permiten la visibilización de “esa otra cara del país que muchas veces sigue siendo desconocida en el exterior”, explica Jorge.
En 2024, en su segunda participación en el Festival Internacional de Teatro Primavera Teatral, en Bayamo (Cuba), organizaron una exposición con obras de más de 100 artistas emergentes colombianos, entre fotografías, productos audiovisuales, literatura, pinturas y artesanías que reflejan los paisajes, la cultura, la fauna y flora local, entre otros aspectos. Más que ser los protagonistas, su intención era aprovechar el espacio para visibilizar a aquellos compañeros que no han tenido la oportunidad de salir de sus territorios.
“En el voz a voz, fuimos encontrando a muchas personas interesadas en ser parte de dicha muestra (…) Esa vez nos tomamos todo el festival y logramos que Colombia se convirtiera en el país invitado de honor para la versión número 24”, recuerda Laura con emoción.
Ese no fue el único logro de su paso por Cuba. También gestionaron ocho cupos formativos para artistas y estudiantes colombianos en la Escuela Provincial de Artes (EPA) de Granma, una institución pública cubana reconocida por su enfoque pedagógico. Además, crearon una estantería permanente con más de ochenta libros de autores nacionales, especialmente vallecaucanos, que ahora hace parte de la Biblioteca Provincial de Bayamo, donde se creó una estantería de Autores Colombianos, demostrando las puertas que el arte puede abrir cuando se convierte en puente entre culturas y territorios.
La experiencia se repitió en junio de 2025, en Italia, durante los festivales Artisti in Piazza, en Pennabilli, y Asfaltart, en Merano, donde presentaron obras de 60 artistas colombianos.
También conformaron una delegación de seis creadores nacionales. Entre ellos una pareja de danza folclórica de Palmira, Sydney Galeano y Jhon Willington, integrantes de la emblemática Corporación Kachariparí; Ana Valentina Candamil, una pintora especializada en body paint, y Francisco Barco, productor audiovisual.

La pareja adelanta que en septiembre llegará a Colombia un grupo italiano que realizará una gira de casi dos meses por el país. Nunca antes habían visitado Colombia, en parte por los estigmas que aún persisten en torno al país, una percepción que cambió tras conocer el trabajo de Passiflora y de la Corporación Gato Negro, de la cual Jorge es integrante. Y no es un caso aislado. Comentarios similares, aseguran, son muy frecuentes al finalizar sus presentaciones, las cuales suelen ser más satisfactorias cuando encuentran a algún colombiano aplaudiendo entre el público.
“En el teatro de los títeres, todo el mundo viene a ver es al títere, no al titiritero. Además, permite conjugar todas las artes: la plástica, la escultura, la fotografía, actuación, baile, música. Mucha gente se acerca a nosotros a felicitarnos por lo que hacemos. A veces es doloroso que lo valoren más en el extranjero que dentro del país. Ha sido difícil encontrar más apoyo de las entidades gubernamentales”, añade Jorge.
En escenarios donde confluyen culturas, acentos y diversas técnicas, Laura y Jorge han convertido el arte en un puente para conectar territorios, abrir oportunidades formativas y derribar estigmas sobre Colombia. También, en uno que demuestra que el talento colombiano no tiene fronteras y que abunda en todos los campos.