Laudid Hernández trabajó durante 20 años como madre comunitaria. En 2019 creó la Biblioteca Rayitos de Sol, en el barrio Nuevo Paraíso (Cartagena), donde brinda apoyo educativo a niños, niñas y jóvenes de la zona, especialmente a la población migrante.
Laudid María Hernández Anaya tiene 59 años y, aunque es oriunda de Barranquilla, lleva varios años radicada en Cartagena, en el barrio Nuevo paraíso, donde en 2019 consolidó “un proyecto que le devolvió la sonrisa a su rostro”, comenta al momento de referirse a la Biblioteca Comunitaria Rayitos de Sol, de la cual es directora.
Laudid trabajó durante 20 años como madre comunitaria con primera infancia, la misma población que hoy es el foco de trabajo de la biblioteca. Son alrededor de 70 niños que asisten a las actividades organizadas por Rayitos de Sol, proyecto que cuenta con el apoyo de dos profesoras voluntarias: Laura Soler, oriunda de Argentina y María Valera, de Venezuela, quien colabora con actividades de teatro, música y baile.
“Primero identificamos los mapas de riesgo para los jóvenes de la zona. Luego construimos mapas protectores. La casa donde se encuentra ubicada Rayitos de sol es un punto estratégico dentro de ese mapa. Uno de nuestros objetivos es lograr que no caigan sometidos al flagelo de la droga”, explica Hernández para quien estos riesgos son comunes en este tipo de barrios vulnerables de la ciudad, tema en el que hace énfasis cuando de prevención y trabajo social se trata.
Gracias a sus estudios de primera infancia, Laudid ha logrado mantener la misma dedicación y paciencia para trabajar con poblaciones infantiles. Es promotora de lectura en voz alta, bibliotecaria y gestora cultural. Cuenta con el apoyo de la Fundación Libros Libres para Todos y de otros aliados estratégicos como Banrepublica, Children International y Movistar. También coordina trabajos con otras bibliotecas comunitarias de Cartagena que hacen parte de la Red, como la liderada por Lilia Herrera en Tierra Bomba.
Llegó a Cartagena con su hijo menor y luego también se hizo cargo de su nieto. La crianza de ambos la impulsó a buscar opciones para ofrecerles una educación más personalizada; que lograse no solo aprobar asignaturas en la escuela, sino formarlos para laotros aspectos de la vida.
Con el tiempo, ese mismo trabajo comenzó a volcarse hacia otros niños del barrio, al ver que muchos padres manifestaban la misma necesidad.
“Yo quiero que todos estos niños desarrollen habilidades para la vida. Que vean otras opciones de proyectos de vida más allá de las problemáticas que tiene Nuevo Paraíso”, comenta la bibliotecaria. Para ella, el nombre de la biblioteca agrupa la esencia del proyecto: ser un rayo de luz para en la cotidianeidad de niños y jóvenes en sectores vulnerables de Colombia.
A la biblioteca asisten niños de entre 6 a 10 años con los que trabaja en el desarrollo de la creatividad, habilidades motrices, control de tareas y refuerzos en lecturas. También tiene un grupo entre 10 y 17 años con los que aborda temas de emprendimientos y ocupación beneficiosa del tiempo libre.
Laudid Hernández también comenta que otra de las poblaciones a las que ha apuntado con ahínco ha sido la de niños migrantes de Venezuela. Según ella, es común que en su barrio muchos infantes vivan en el territorio sin documentación, razón que les impide ingresar a las instituciones educativas.
“Nosotros los acogemos y les brindamos refuerzo académico. Los incentivamos con actividades educativas para que no crezcan pensando que estudiar no es importante o necesario”, agrega Laudid.
Además, también han desarrollado alianzas con escuelas de la zona para mitigar los efectos de la pandemia sobre la educación de la primera infancia.
Uno de los aportes más importantes que la biblioteca ha tenido para Laudid es “darle mayor sentido a mi vida” pues, según cuenta, traía una gran carga de problemas familiares previos que casi la hacen «claudicar».
No obstante, encontró su verdadera vocación: ser una lideresa comunitaria que ahora sonríe al ver cómo familias cercanas pueden nutrirse con su experiencia e intentan tomar otros caminos.
“Yo no quiero que en esta biblioteca brille mi nombre, quiero que los niños se empoderen del conocimiento; transformar un pedazo de la realidad de cada joven de mi comunidad”, concluye Hernández para quien la edad no tiene un límite y el amor por incentivar la lectura y la educación, tampoco.