Además de proteger los conocimientos ancestrales de esta comunidad indígena del Cauca, Medicina Para el Alma está generando desarrollo económico para el territorio y combatiendo los estigmas que existen sobre las hojas de coca y de cannabis.
Cuenta Daniela Madrigal que, a finales de la década pasada, comenzó a preocuparse junto con su esposo, Wilder Guegia Secue, por el olvido de los saberes ancestrales del pueblo indígena Nasa del Cauca, al cual pertenecen. Por eso crearon Medicina Para el Alma, un emprendimiento comunitario que rescata esos conocimientos y los transforma en medicamentos naturales para generar desarrollo en el territorio.
La necesidad, recuerda, surge de un contexto muy concreto y bastante común en el país: “por el tema del conflicto armado y del desplazamiento forzado, nuestra cultura se ha ido desarraigando”.
Según relata, estar alejados de sus territorios ancestrales, y en muchos casos de sus pares, llevó a que muchos miembros de la comunidad se olvidaran de principios clave como el wët wët fxzinxi, que traducido del nasa yuwe se entiende como el ‘Buen vivir’, o el cuidado de la salud a partir de la naturaleza, para sanar sin caer en dependencias o adicciones.
Por eso, y entendiendo que a sus 46 años Wilder es un the wala, es decir, un sabedor ancestral del pueblo Nasa, la pareja decidió crear en enero de 2019 una iniciativa que llevara recogiera los conocimientos disponibles en la comunidad en cuestión de plantas medicinales e integrara a otras familias del Resguardo Indígena de Corinto, en su mayoría víctimas del conflicto, en una cadena productiva que además de generar ingresos para todos los involucrados, está transformando los estigmas que pesan sobre las hojas de coca y cannabis.
Hoy, la iniciativa cuenta con el apoyo de otros tres sabedores ancestrales, impacta a 132 familias de Corinto y de los resguardos de Toes-Caloto y de San Francisco; y le ha permitido a la comunidad abrir una segunda línea de negocio enfocada en el turismo de bienestar.
Compartir el conocimiento
De acuerdo con Daniela, que funge como representante legal del emprendimiento, el proceso inició con visitas tanto a los sabedores ancestrales de Caloto, como a aquellos mayores de 50 que. por su edad. están en posición de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones, para contarles sobre las intenciones del proyecto y aprender más de la tradición detrás de cada planta: componentes medicinales y espirituales, para qué se usan y cómo.
“Cuando comenzamos notamos una falencia muy grande en cuanto a que había muy pocas plantas y muy pocas semillas, entonces pasamos a crear huertas medicinales”, cuenta la emprendedora de 29 años, agregando que para ello se apoyaron en las mujeres mayores, de quienes aprendieron sobre el tul, el sistema de siembra nasa que fortalece el desarrollo familiar y es visto como un símbolo clave del ‘Buen vivir’.
Tras recoger todos estos insumos, Daniela, Wilder y los mayores comenzaron a entregar semillas y a enseñar sobre las plantas medicinales y el tul a otras familias del resguardo para que se convirtieran en proveedores. Esto, a su vez, ha promovido una cultura que le apuesta a el replanteamiento del uso de determinados cultivos.
“Donde más impacto hemos generado ha sido al lograr que la gente deje de estar dentro de la cadena ilegal de la hoja de coca y el cannabis. Lo que hacemos es comprar esas hojas para la producción de los medicamentos y derivados que tenemos de estas dos plantas. La gente se va sumando porque les damos oportunidades legales de seguir cultivando la planta y que son más rentables a largo plazo”, explica Daniela.
Una prueba de fuego
De acuerdo con la representante legal de Medicina Para el Alma, en el proceso de producción de los medicamentos naturales están involucradas seis personas: cuatro sabedores ancestrales y dos técnicos en farmacéutica botánica que fabrican un total de 23 productos a través de técnicas de maceración y tintura (extractos líquidos).
El primer reto que enfrentaron, agrega, fue el de la pandemia de 2020. “Con los mayores empezamos a analizar desde lo espiritual cómo iba a atacar el cuerpo el Covid-19. Veíamos que lo iba a hacer fuertemente en el sistema respiratorio y en el sistema inmune. Entonces empezamos a crear el medicamento con plantas del páramo de La Paila que mencionaron los mayores en las capacitaciones”.
De ese esfuerzo surgió Wepe Yu’çe, o Remedio de Páramo, una medicina natural hecha con 48 plantas como el anamú y el apio de páramo, para fortalecer el sistema respiratorio y mitigar los síntomas generados por el virus. La misma cuenta con el respaldo del plan salvaguarda de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC), que permitió su distribución en todo el territorio caucano. En palabras de la emprendedora, el producto aportó a proteger la vida, pues “el resguardo de Corinto tiene 13.950 habitantes y solamente se contagiaron 51 personas”.
La sabiduría de las plantas
Desde entonces, Medicina Para el Alma ha crecido al punto en el que también cuenta con el respaldo de la Asociación de Cabildos Indígenas del Cauca, llegando con su medicina natural a los demás resguardos del departamento y a La Guajira, Santa Marta, Bogotá, Medellín y Cali.
Estos están hechos a base de plantas como la hoja de coca, que según los sabedores nasa oxigena el cuerpo, da energía y equilibra el sistema nervioso; o el cannabis, que tiene funciones antisépticas y antibióticas, además de impulsar la producción de cannabinoides en el cuerpo.
También están el anamú y el eucalipto, que fortalecen el sistema respiratorio; la planta de insulina que además de ayudar con la diabetes funciona para los problemas de cólicos menstruales y el romero, que fuera de sus propiedades positivas para el sistema inmunológico, es un catalizador de energías que ayuda a encontrar aquello que necesita ser sanado.
Con todo, y en palabras de Daniela, lo que se busca es “generar el ‘Buen vivir’. La planta es tan sabia que lo que hace es prevenir que las enfermedades o los síntomas se conviertan en un problema crónico. Si una mujer, por ejemplo, sufre de miomas en el útero y quiere que no sigan creciendo, puede tomar nuestro medicamento enfocado en el aparato reproductor femenino. De igual forma, una aspirina puede ser reemplazada por la hoja de coca, o el acetaminofén puede ser reemplazado por la planta de acetaminofén, con la tranquilidad de que no se va a generar dependencia”.
Descubrir el Cauca
El proceso de trabajar con plantas medicinales les ha permitido a los creadores de Medicina Para el Alma recorrer y redescubrir sus resguardos, un ejercicio que, dicen, los ha llevado a conocerse a sí mismos. De ahí que en 2021 abrieran las puertas del territorio a turistas interesados en aprender sobre la importancia de las plantas medicinales y de los saberes ancestrales de los Nasa.
Para ello crearon una serie de experiencias que van desde hacer senderismo hacia el cerro el Aguacateyal, la vereda Yarumales y la vereda San Pablo para observar aves, cascadas y bosques en conservación; o visitar la casa Renacer, sede central del proyecto, pasando por los iniciativas de café creadas por excombatientes que viven en la zona.
Adicionalmente, hay experiencias de bienestar enfocadas en fechas importantes para la comunidad, como el Año Nuevo Andino, que se celebra el 21 de junio en la vereda San Pablo, en Corinto; el Saakhelu, o armonización de las semillas, que se adelanta en septiembre antes de iniciar las siembras, el ritual de armonización de la palabra a través del fuego y el proceso de sanación uterina.
Se trata de iniciativas que los han hecho merecedores del premio Colombia Destinos de Paz, otorgado por el Viceministerio de Turismo y que “nos ha potencializado mucho para que la gente pueda conocer Corinto, que es un territorio tan marcado por el conflicto armado, para que pueda sanar a través de la sabiduría natural de las plantas y de la desconexión del mundo tecnológico”.
Igualmente, y aunque todavía falta mucho, son todas actividades que combaten la estigmatización que pesa sobre las hojas de coca y de cannabis y sobre quienes las cultivan. “Dentro de los territorios hemos logrado que esa percepción cambie. En las ciudades grandes aun hace falta mucha pedagogía, hace falta que la gente entienda que no es una planta cuyo fin último es el narcotráfico, que también pueden curar”.