Mujeres indígenas y excombatientes rescatan técnicas de tejido ancestral

En Caldono, Cauca, una asociación de mujeres excombatientes e indígenas fortalece la identidad cultural de la comunidad nasa a través de los tejidos.

En la cultura del pueblo nasa el tejido es el reflejo del sentir de la comunidad. Lo desarrollan mujeres y hombres que con cada puntada plasman sus pensamientos en figuras incorporadas en mochilas, ruanas, ponchos y otros productos.  

Por ello, dice María Lucrecia Viscué Caviche, indígena nasa de la vereda Santa Rosa, en el municipio de Caldono, Cauca, que “el tejido es la Minga del pensamiento«. “Nosotros no tejemos por tejer, y las mujeres no se sientan a hacerlo en la casa, sino que se trabaja en el camino, en reuniones, en asambleas. Mientras uno teje va pensando y en el tejido se plasma el pensamiento». 

Pero, cuenta María Lucrecia, esa es una de tantas tradiciones indígenas que se han ido perdiendo con el paso de las generaciones.  

Por ello, bajo su liderazgo y a través de la articulación que propició entre mujeres en proceso de reincorporación y mujeres indígenas de los seis resguardos del municipio de Caldono, se conformó el proyecto Hilando la Paz.  

María Lucrecia 

Durante los años de la confrontación armada, a María Lucrecia le decían ‘Dora’ y todavía lo hacen algunos de los excombatientes que viven en el Antiguo Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (AETCR) de Los Monos, en Caldono.  

Nunca participó directamente en las confrontaciones, ni formó parte de las filas de la guerrilla, sino que trabajó como informante en su vereda, Santa Rosa. Esta era considerada como ‘zona de trinchera’ del Ejército, pues los militares llegaban y se establecían allí por semanas.  

Su trabajo consistía en informar de los movimientos de la Fuerza Pública: cuándo entraba y cuándo salía, con quién hablaba y hacia dónde se desplazaba, pero también avisar al pueblo y a su familia cuando las Farc planeaba un hostigamiento “para que no salieran, sino que se quedaran en la casa», explica. 

Después de la firma del Acuerdo de paz entre las Farc y el Gobierno colombiano, llegó a Los Monos a acompañar el proceso de dejación de armas y, posteriormente, a participar en los procesos formativos para la reincorporación, donde se le ocurrió la idea de conformar una organización alrededor del tejido.  

Hilando el fique
Una vez se extrae la fibra de la plata de fique, debe hilarse para formar la cabuya con la que se teje. / FOTO: Asociación de Mujeres Hilando La Paz

‘Tejiendo armonía y esperanza’  

Ese fue el slogan que decidieron para el proyecto, que con recursos que aportó el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud) consiguió máquinas para coser, telares, hiladoras, materia prima y otros insumos con los que montaron un taller en el AETCR de Los Monos.  

Asimismo, con el apoyo del Sena las 30 mujeres con las que comenzó el proyecto se capacitaron y, a finales del 2019, comenzaron a trabajar.  

Empezaron a producir ruanas, ponchos, bufandas y capisayos que producen en lana de oveja, así como mochilas tradicionales hechas en fique. Esta última técnica, es una de las que María Lucrecia quería recuperar: “Nuestro propósito era fortalecer los tejidos propios, las jigras, el fique, porque tienen mucha simbología. Las figuras que tejemos cuentan historias, es la identidad cultural que nosotros tenemos”. 

Portada Hilando
Las mujeres de ‘Hilando la Paz’ realizan mochilas, jigras y otros productos en fique, una de las técnicas que quieren preservar / FOTO: Asociación de Mujeres Hilando La Paz

Y es que, según cuenta, el tejido, junto con la lengua, es de las pocas tradiciones autóctonas que todavía sobreviven, pero agonizan.   

Con el trabajo de las mujeres lograron seguir preservando esa tradición, hasta que en marzo del 2020 llegó la pandemia. Sin embargo, no se detuvieron inmediatamente, pues debido a la distancia de la vereda con el casco urbano, se demoró la llegada del virus y se dedicaron un tiempo a producir tapabocas para donar. 

Luego, de manera progresiva, se fueron ausentado las mujeres y eventualmente tuvieron que parar la producción. 

Una larga pausa

 

Desde el 2019, Hilando la Paz comenzó a depender de la Cooperativa Multiactiva Ecomún Esperanza del Pueblo (Coomep), que coordina las operaciones de los otros proyectos productivos del AETCR de Los Monos.  

Fue esa organización que, a finales del 2020, cuando las mujeres de Hilando la Paz se disponían a retomar labores en el taller, le dijo a María Lucrecia que no sería más la representante del proyecto, y que las máquinas de Hilando la Paz se iban a trasladar al resguardo indígena de Tacueyó, en el municipio de Toribío, a tres horas de Caldono.  

“Un día, sin avisarme nada me dijeron que entregara las llaves, que yo no iba a ser más la supervisora, sino que alguien más va a ser, y que las máquinas se las iban a llevar a Tacueyó porque iban a ponerlas a producir allá», explica María Lucrecia. 

Los motivos no son claros, pues Coomep dice que en Los Monos no hay recursos para la operación del proyecto y Maria Lucrecia, por su parte, asegura que fue una decisión que se tomó sin consultar a las mujeres involucradas en el proyecto.  

Lo cierto es que “hicimos resistencia, y les dijimos que no podían llevarse las máquinas del territorio, porque habían llegado con la idea de funcionar acá en Santa Rosa para capacitar y servirle a las mujeres de acá, que podían buscar alianzas comerciales, pero no quitarnos las máquinas». 

Por ese motivo, la mayor parte del 2021 pasó sin que Hilando la Paz produjera un solo producto, hasta que a finales del año pasado María Lucrecia y las mujeres del proyecto decidieron formar su propia asociación, con el objetivo de que su iniciativa dejara de depender de la cooperativa.  

Asociación de Mujeres Hilando la Paz 

A raíz de la pandemia y de la pausa que de ella se derivó, así como por el problema con la cooperativa, algunas de las mujeres del equipo inicial abandonaron el proyecto, pero llegaron otras nuevas. 

Hoy, la Asociación de Mujeres Hilando la Paz agrupa a 20 mujeres y espera que este año lleguen más. Asimismo, y con el ánimo de continuar con el proceso formativo de las mujeres, tanto de las nuevas como de las anteriores, esperan gestionar para la primera mitad de 2022 otra serie de capacitaciones con el Sena, con especial énfasis en la confección de ropa, para diversificar su portafolio productivo.  

Por otra parte, en febrero esperan sacar su personería jurídica para terminar de consolidar la organización de manera formal. 

Por lo pronto, María Lucrecia ya comenzó a tocar puertas en 2022 para conseguir nuevos recursos de financiación para que pueda continuar su proyecto productivo.  

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