Bioingredientes Amazónicos produce aceites naturales a partir de los frutos de cuatro especies amazónicas, incluido el sacha inchi, una alternativa sostenible que generar valor a partir de productos forestales no maderables en el Putumayo.
En 2016, Yuly Rodríguez regresó al Putumayo luego de graduarse como ingeniera ambiental en la Universidad Corhuila de Neiva. Pertenece a la comunidad indígena de los Pastos y reconoce que, debido al conflicto armado, desconocía muchas de las veredas que conforman el territorio donde creció, así como las zonas de selva vírgenes en las que crecen el cacay, el seje, el sacha inchi y el burití (también conocido como moriche o canangucha), cuatro especies amazónicas que hoy son fundamentales para Bioingredientes Amazónicos, el emprendimiento familiar con el que elabora aceites naturales para la industria cosmética.
“Nuestros papás y abuelos se alimentaron siempre de estos frutos, pero sus propiedades habían pasado desapercibidas por nuestras generaciones. A veces vamos a los colegios a hablar sobre ellas y los niños nos preguntan cuál es cada fruto, teniendo el árbol en la misma área”, comenta Rodríguez.
De acuerdo con la ingeniera, las cuatro especies amazónicas están entre las plantas más emblemáticas del Amazonas, pues, además de ser ampliamente consumidos en la región, sus frutos poseen compuestos como retinol, vitamina E, vitamina C y antioxidantes, capaces de acelerar la regeneración celular e hidratar la piel, dos características muy apetecidas dentro de la industria cosmética.
Rodríguez y su esposo, Oscar Weck, quien es ingeniero de petróleos, comenzaron a explorar los atributos de los frutos hace cinco años. Él se encargó de adaptar las máquinas para la extracción de los aceites de cada especie, mientras que ella fortalecía la relación con los proveedores.
Según cuentan, los primeros ensayos no dieron los resultados esperados: los volúmenes eran muy pocos y la consistencia del producto no era la adecuada. La llegada de la pandemia también jugó en contra de la pareja, que ya había decidido dedicarse tiempo completo a este proyecto con el objetivo de crear una cadena de valor a partir de los productos forestales no maderables del departamento.
“Esto es una empresa familiar, pero sentimos en nuestros hombros la responsabilidad de crear una cadena de valor a partir de los productos forestales no maderables, porque eso no existía. Nuestro territorio no es agrícola sino forestal, y es muy poca la formación de la bioeconomía”, explica Rodríguez, señalando que la mayoría de familias del territorio no veían en estos frutos una posibilidad de negocio, pues estas especies no requieren cultivos, sino que se encuentran en entornos naturales.
Luego de las primeras compras, sin embargo, Bioingredientes Amazónicos logró ganarse la confianza de 200 recolectores que en la actualidad reciben formación en manipulación y extracción de los frutos con el apoyo de organizaciones como WWF, PNUD, Nest y Amazonia Mía.
Es decir, los recolectores pasaron de observar estas especies en sus entornos a aprovechar sus frutos para generar ingresos y fomentar el desarrollo económico de la comunidad.
“En nuestros hombros también está la responsabilidad de capacitar a los recolectores pues estos frutos, si bien siguen haciendo parte de nuestra gastronomía y cultura, ya no solo quedarán en la línea de la seguridad alimentaria. Ahora también son utilizados con un enfoque agroindustrial”, agrega la emprendedora.
En los últimos años, la industria cosmética ha venido experimentando un cambio paulatino hacia la sostenibilidad derivado de la creciente conciencia ambiental y de la demanda de productos más amigables con los ecosistemas. La deforestación asociada con la expansión de plantaciones de palma de aceite, por ejemplo, es uno de los impactos negativos más denunciados.
Por su parte, los aceites de cacay, seje, sacha inchi y buriti, se pueden obtener con métodos menos invasivos para los ecosistemas. De acuerdo con Rodríguez, basta con introducir prácticas sostenibles en su recolección, enfocadas en respetar los ciclos naturales para evitar la sobreexplotación y en la introducción de sistemas agroforestales en las zonas donde tienen presencia.
“Nosotros les estamos hablando a los recolectores no solo de tener este tipo de frutos, sino de aprender a planificar la tierra. Es decir, si tienes diez hectáreas, ¿cómo puedes diversificar los productos en dicho terreno?”, explica. A este proceso se le conoce como agroforestería y consiste en introducir árboles frutales y maderables en un terreno para aumentar su biodiversidad y diversificar la dieta de los locales.
Todo esto sucede en Villagarzón, un municipio a veinte minutos de Mocoa en el que se encuentra la sede del emprendimiento: desde allí se extrae, transforma y produce el aceite, reduciendo la necesidad de transporte a larga distancia, que a su vez se traduce en menos emisiones de carbono.
En 2023, Bioingredientes Amazónicos cerró el año con una producción de 1.700 litros de aceite de cacay y 100 litros de burití, sus productos más fuertes.
Hasta la fecha, el proyecto ha logrado hacer envíos por menos de 10 litros a Australia, España, Reino Unido y Canadá. Según Rodríguez, en estas regiones existe una gran oportunidad para quienes se dedican a este sector:
“El mercado europeo es un poco más consciente y ellos vienen trabajando en productos naturales desde hace tiempo. Nuestros productos son nuevos en el mercado nacional, por lo que la demanda es, sobre todo, en pequeños volúmenes. Quien lidera actualmente el tema de los ingredientes naturales es Brasil, no Colombia. Uno a veces camina y camina, pero el avance es poco. Sin embargo, creo que de a pasos se van logrando pequeñas victorias que, al final, dan un gran resultado”, explica la ingeniera.
Es por ello que, además de los aceites en bruto, actualmente trabajan en el desarrollo de tres productos cosméticos: un óleo capilar, un óleo para las uñas y un limpiador facial.
“Todo ha sido un proceso muy bonito. Yo creo que ya llegó el momento para el territorio de dar el siguiente paso: dejar de pensar en un material tan virgen y arrancar con el desarrollo de la agroindustria”, concluye la ingeniera.