De íconos de la historia a figuras polémicas, no solo en el mundo sino también en Colombia se ha cuestionado la presencia de algunos personajes inmortalizados en las estatuas. Consultamos a cinco espertos sobre la polémica.
Valorar y conocer su contexto histórico: Felipe Arias Escobar, historiador de Señal Memoria
“Tenemos que replantear, no los monumentos en sí, sino la idea que hay alrededor de ellos, porque estos se construyeron en el contexto histórico del proceso de formación de los Estados Nacionales, en la segunda mitad del siglo XIX, y con visiones sociales y políticos casi impuestos, con diferentes características étnicas y socioeconómicas”, opina Arias.
Para él, los monumentos en el espacio público son una representación de esa visión particular del mundo, correspondiente a una época pasada, por lo que considera que debería brindarse la posibilidad de su resignificar estas representaciones.
“No hay que valorarlo como una representación objetiva y aséptica de la nacionalidad, sino asociarlos a un momento particular de la historia y a una visión particular que se tenía del mundo y que es necesario enriquecer y complementar con representaciones más diversas e incluyentes, de otros episodios, hombres y mujeres que nos han antecedido”, agrega.
Otra opción que ofrece es valorar los monumentos como una obra de arte y que el significado del mismo esté escrito en la información que ofrece el pedestal o pueda ser escuchado en la pedagogía de los maestros, las explicaciones de los guías turísticos, de los historiadores o de los ciudadanos en general.
“También podríamos llevar los monumentos a un museo o a otros lugares de la ciudad en donde nos cuenten otro tipo de historias”, dice.
Quitarlos: Claudia Leal Valencia, licenciada en ciencia sociales con énfasis en historia de Colombia
“Quien haya estudiado la historia de Colombia o haya hecho un recorrido por las comunidades indígenas del país y sea un comprometido con los derechos humanos, debería tener como postura “que quiten las estatuas”, porque son un atropello a la memoria, al origen y a la raíz de la cual provenimos”, opina Leal.
Retirarlos y llevarlos a otro sitio: Juan José Madrid, gestor cultural
“Estamos en la obligación de protegerlos, pero también hay que entender que es un error tener personas que hirieron tanto nuestra cultura. Deberían retirarse y llevarse a otro sitio. Me parece absurdo que la de Cali regrese al pedestal, porque por respeto a nuestros indígenas debería retirarse”, considera Madrid.
En su opinión museos como el Nacional de Colombia podrían albergar estas estatuas en una exposición especial y permanente.
También propone que se cree un parque de esculturas, un espacio donde se puedan proteger y hagan parte de la memoria colectiva, como las obras de arte que son, pero que no afecten a la comunidad.
Conservarlas como registro histórico: Omar Alonso, muralista
“Las estatuas son obras con cualidades estéticas que en algún momento han sido elementos que representan un condicionamiento social. No obstante, si la visión de la humanidad cambia, no se deben destruir sino conservarlas como evidencia social y registro artístico”, opina Alonso.
Conocer su historia: Álvaro Martes Ortega, director Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico
“Los monumentos en espacio público generan unas lecturas alrededor de los imaginarios sociales y simbólicos particulares de una época y unos valores estéticos. Muchos de estos elementos son considerados patrimoniales, porque tienen una relación con la historia, con un hecho social del pasado”, explica Martes.
Con esto en mente, la Universidad del Atlántico hizo una investigación sobre el inventario patrimonial y cultural del Atlántico y del Cesar y descubrió que el concepto de ‘monumento en espacio público’ no representa al contexto del Caribe, por la falta de apropiación directa o de sensibilización y educación sobre lo que es la historia.
“Muchas estatuas o pedestal están relacionadas con la historia del país, de las regiones o las historias locales, pero estas no son aceptadas o son desconocidas por las nuevas generaciones, lo que hace que no sea posible entender el verdadero valor que tiene el monumento”, dice el director del museo.
Y continúa, “nosotros encontramos estos objetos como anti monumentos, porque realmente, reitero, no representan un valor sociocultural, ni una identidad, ni enmarcan una memoria o una tradición dentro de las comunidades, hablando en el contexto del Caribe”.
Martes considera que quizás la lectura de los monumentos que se encuentran en Bogotá, por ejemplo, sea distinta, ya que esta es un espacio central y un escenario en el que se resume y agrupa la historia de Colombia, lo que hace que la percepción sea mucho más precisa que en las periferias.
“Los monumentos en el espacio público en Barranquilla condensan una historia que debe identificar y revitalizar el sentido de pertenencia de las comunidades con su espacio, con su territorio, por eso desde la Universidad del Atlántico, a propósito precisamente de la decapitación de la estatua de Cristóbal Colón en Barranquilla, consideramos que es necesario generar mecanismos que permitan procesos de identificación con el monumento”, comenta Martes.
Para lograr esto desde el museo se está buscando que los monumentos ‘hablen’ no solo desde su percepción artística, su forma o el estilo de su elaboración, sino también desde la historia, con la voz de los diferentes actores que participaron en ella: indígenas, afros, actores urbanos o, entes territoriales.
Por su parte, el próximo año están planteando poner unos códigos QR dentro de la universidad donde, por ejemplo, se cuente la historia de Cristóbal Colón desde la percepción que había de él en la comunidad italiana, desde la mirada de los diferentes grupos indígenas que se vieron afectados por la conquista de América, desde la visión del historiador que media entre las dos anteriores y, por último, la opinión de los agentes territoriales que representan al Estado.
“En esta multiplicidad de historia la mayoría de actores se pueden sentir identificados con una de las narrativas”, considera Martes.